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 domingo, 02 de septiembre de 2007  
Patinaje y fútbol femenino
Apasionadas por el deporte

Florencia O'Keeffe

Dicen que nunca es tarde para empezar y estas mujeres lo saben bien. Algunas crecieron en el club del barrio practicando una disciplina deportiva pero abandonaron cuando comenzaron a trabajar, al ingresar a la facultad o cuando se pusieron de novias; otras lo desearon mucho, pero por timidez o falta de incentivo familiar no se atrevieron. La mayoría seguramente pensó que hacer deportes no era para ellas. Ahora que pasaron la adolescencia y que incluso, varias son madres, se permiten transpirar la camiseta, correr, saltar, calzarse los patines o patear una pelota de fútbol.

Son mujeres de 20, 30 ó 60 años que pensaban que ya no podía ser, y sin embargo, vieron la oportunidad y se animaron. Hoy cuentan con alegría su encuentro o reencuentro con el deporte y aseguran que se sienten mejor, que están más seguras, que el cuerpo les cambió favorablemente, que por fin pueden pensar un poco en ellas.

“Nunca había patinado en mi vida. Siempre me gustaron los deportes, pero con la crianza de mis hijos y otras tantas actividades no había tiempo para mí. De pronto pensé, ¿por qué no? No quiero ser una señora en bata, chancletas, que se sienta en la vereda a ver cómo pasa el tiempo, comiendo facturas. Quiero sentirme ágil, liviana, con energías, y gracias al patinaje encontré todo eso”, cuenta con entusiasmo Beatriz, 56 años y un cuerpo que desearía cualquier veinteañera. Beatriz es una de las tantas mujeres que se atrevieron a ponerse los patines de grandes. Entrena dos veces por semana en el Club Atlantic Sportsmen a las órdenes de “la profe” Melina, una encantadora rubia de 24 años que dirige este grupo de chicas y señoras que poco tienen que envidiarle a las actrices y vedettes de Patinando por un Sueño.

Melina Gómez empezó a dar clases a los 16 años en el Club Sportivo Servando Bayo y desde el 2001 es una de las profesoras de Atlantic. Cuenta que en estos momentos hay alrededor de 60 patinadoras que conforman el plantel: “Entrenamos los martes, miércoles y jueves, dependiendo de los grupos; es cierto que hay grupos de nenas chiquitas pero son muchos los de mujeres grandes y adultas que le encontraron el gusto al deporte en esta etapa de su vida”, relata.

Melina aseguró que para empezar a patinar no se necesitan condiciones especiales, aunque aclaró que si se inicia esta disciplina “de grande” hay que hacer una buena revisación médica que excluya problemas óseos: “A patinar se aprende cayéndose; entonces, si no hay una buena resistencia física pueden aparecer complicaciones”, reconoce.

Jorgelina tiene 33 años. Patinó cuando era chica, pero la vida la alejó del deporte de sus amores. “Cuando me enteré que podía engancharme de nuevo no lo dudé. En poco tiempo recuperé el training. Pensé que no era fácil subirse a los patines después de los 30, pero ya me ves, estoy más que contenta”, destaca.

A las órdenes de Melina las chicas van y vienen a toda velocidad. “Muchas de ellas jamás habían patinado pero todas lo deseaban. Es muy estimulante verlas moverse, progresar, aprender nuevos trucos. Me hace bien trabajar con mujeres más grandes porque tienen un entusiasmo enorme”, afirma la “profe”.



En el potrero

Hace frío, el cielo está por explotar, pero hay tanto fervor en esa canchita del Estadio Municipal Jorge Newbery que la tarde parece cálida. Unas 20 chicas corren tras la pelota. La pisan, la mueven, y cuando entra en el arco estallan en un aplauso cerrado y un ¡vamos! que contagia entusiasmo. Desde principios de año, Leonel Cruz, entrenador, dio el puntapié para convocar a mujeres que tuvieran ganas de jugar al fútbol y así se armó el equipo que crece semana tras semana.

Tantas “pilas” le ponen, que hace poco, unos hombres que arreglaban el pavimento de la calle lateral del estadio dejaron de trabajar para acercarse al alambrado y seguir el partido de las chicas.

La mayoría nunca practicó en forma habitual. Es que eso de jugar al fútbol suele ser cosa de varones. “Tengo muchos primos y de chica me enganchaba con ellos, pero cuando fue pasando el tiempo vinieron los prejuicios... no quedaba bien que una niña pateara la pelota”, cuenta Marcela, 40 años, un hijo de 9. En febrero se sumó al grupo de “El estadio” y ahora jura que no se quiere perder un solo entrenamiento: “En la cancha se me pasa volando el tiempo; corro una hora y ni me doy cuenta. Pierdo la noción. Es un juego apasionante y además, el hecho de aprender a pararnos en la cancha, a jugar en equipo, lo hace más atractivo todavía”.

Marcela dice que se siente más fuerte, con más energía, que descansa bien y que ya no le duele el cuerpo: “Físicamente estoy mucho mejor que cuando empecé a practicar”, comenta, “antes, pagaba la cuota en los gimnasios y sólo iba el primer día...hacía beneficencia”, agrega, con una sonrisa.

Practican martes, jueves y sábados y juegan partidos los domingos. Las chicas que se entrenan a las órdenes de Leonel, y que se hacen llamar las “Mambas negras” (las serpientes más rápidas) están inscriptas en la Agrupación Fútbol Femenino Independiente “Competencia y amistad”, una liga en la que participan once equipos de siete jugadoras cada uno.

“Es muy interesante lo heterogéneo del grupo; no sólo por las distintas edades. Las chicas vienen de lugares muy diferentes de la ciudad; algunas son amas de casa, otras estudian, otras trabajan; me parece que estamos cumpliendo con el objetivo de que sea un espacio de contención y de encuentro”, destaca.

Leonel se ríe cuando se refiere a los prejuicios respecto de las mujeres que se vuelven locas por el fulbito: “¿Si son menos femeninas? La respuesta está a la vista, cada una tiene su encanto”, señala.



¿Por qué no?

Araceli tiene 16 años y cursa el primer año en el Politécnico. Se enteró por internet que había un grupo de mujeres entrenando en el estadio Jorge Newbery. “Lamentablemente las chicas no tenemos casi nunca una pelota cerca; cuando hay alguna posibilidad es con varones, y la verdad es que jugar con ellos es más difícil, a veces hasta te miran mal; la gente considera normal el fútbol de varones y si sos mujer y te gusta la pelota es complicado”, confiesa.

Araceli habla con Mujer la semana pasada en plena práctica deportiva. A su lado está Lucía. Cualquiera de las dos podría participar en un scouting de Pancho Dotto; pero no, a las chicas las seduce la redonda, las apasiona el picadito con las amigas y vibrar con un gol. “Yo jugaba al jockey”, comenta Lucía, 17 años, ojos claros y un pelo rubio y ensortijado que ata prolijamente para que no le moleste al entrar a la cancha. “Lo que más me cuesta es adquirir velocidad y potencia para patear. Hay que tener en cuenta que nosotras no jugamos toda la vida como los varones... hasta que nos animamos, la vimos desde afuera”.

Animarse, aprovechar la oportunidad, darle para adelante, vencer los temores. “Cuando das el primer paso te das cuenta que se puede, que si otras lo hacen ¿por qué no?”, dicen casi al unísono, mientras se apuran por volver a la cancha, allá, donde el calor de la pasión hace olvidar el gris de la tarde.
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