Yo creo: “Palabras que parecen tan viejas”

José L. Cavazza / Escenario

Parece una paradoja: el nuevo milenio había amanecido con el sonido retro de los Strokes, “los salvadores del rock and roll”. Sonaban tan aceitados como ajustados, es decir, simplificaron la cosa buscando en el pasado la salvación del género en otros tiempos transgresor. Esto fue el nacimiento del punk rock de la MTV: un poquito de la Velvet, sobre todo en la voz distorsionada de Casablancas cantando frases pegadizas y bien a la antigua, imitando desesperadamente a Lou Reed, con líneas de violas exquisitas más cerca de Television que de los Ramones, con mucho de los Stooges, y todo el revival de la escena garage rock y pre punk de Nueva York de los 70. En resumen, tanto reciclaje que sonaban —y otra paradoja— con sorprendente frescura aunque sus discos sean insoportablemente monótonos. Estas palabras, también, suenan a viejas. Porque, ¿qué se hizo de los Strokes? Desechos de la industria pop. Ahora la historia se repite y, al parecer la nueva sensación norteamericana, los nuevos ídolos de las nuevas generaciones de quinceañeras, son un par de bandas que vuelven a imitar de manera exógena al pasado, pero esta vez a los Strokes, los últimos imitadores. Estos grupos, que seguramente formarán parte de la lista de bandas que la historia pondrá en caja con el crudo “casi-fueron-exitosas”, hoy son los canadienses de Sum 41 y los neoyorquinos The Bravery. Cualquiera puede empacharse de sus imágenes retro a cualquier hora en la MTV. Llevan editados un par de CDs y en las vitrinas de las disquerías están sus nuevos discos de punk pop melodioso hasta el mareo y sin muchas concesiones a la originalidad, cosa que parece no importarles lo más mínimo. Buenas secciones de guitarras y en las entrevistas llegan acompañados por productores de renombre —no hay más de media docena de ellos— que en sus portafolios traen tanto grunge y nü metal que revientan las costuras y los oídos. Quizá, en 10 años la historia vuelva a repetirse.