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domingo,
02 de
septiembre de
2007 |
Banyo, el único perro lazarillo de Rosario
Silvia Carafa / La Capital
Marcelo y Banyo forman un equipo maduro. El primero es un rosarino atlético de 26 años que no ve desde hace cinco. Su compañero es un elegante labrador negro de dos años que llegó de Estados Unidos y que atrae todas las miradas cuando guía con lealtad y precisión a su coequiper ciego. Es el único perro lazarillo de la ciudad y uno de los 11 que hay en la Argentina. “No me imagino la vida sin él”, dice el joven que se entrega a la destreza del can con la confianza de un compinche.
La dupla se formó en mayo cuando Marcelo conoció el rol de los lazarillos en una de sus competencias de natación. Así se enteró de una escuela de adiestramiento en Detroit (Estados Unidos) adonde debía llegar con sus propios recursos pero que le asignaría un perro guía en forma gratuita. El contingente con el que el joven arribó a Estados Unidos reunía a 24 ciegos de diferentes lugares del mundo que después de un mes de entrenamiento regresaron a sus destinos desdoblados en dos: ellos y sus nuevos amigos, sus perros asistentes.
“Recuerdo el día que lo conocí, estaba sentado en la cama esperándolo con tanta ansiedad como creo que se espera a un hijo”, relató Marcelo. En el tiempo que estuvo en Detroit aprendió a sintonizar con Banyo en shoppings, trenes, subtes, campos, tránsito, calles y obstáculos de todo tipo hasta que el labrador comenzó a convertirse en sus ojos. “Eso es hoy para mí”, explicó, y dijo que no fue el azar el que lo unió a Banyo, ya que se lo asignaron después de una evaluación. “No te dan cualquier perro, sino el más indicado para tu personalidad”, aseguró.
Desde ese momento, los dos se volvieron inseparables. “Sólo el que tiene un lazarillo puede entender lo que se siente, si uno quiere a una mascota común, cuánto más a un perro del que se depende para toda la vida, lo que hace él por mí da una magnitud de lo que yo siento”, argumentó Marcelo. Entre ellos hay un código de afecto y órdenes que ambos cumplen al detalle: izquierda, derecha, silla, escalera, girar, avanzar, son sólo algunas de las voces de mando que usa el joven para desplazarse con Banyo. En el caso en que la dirección de la marcha quede sólo bajo la responsabilidad del perro, el can avanzará según los obstáculos del camino.
Marcelo perdió la vista por un accidente de moto pero desde el primer momento no sintió esa limitación como una fatalidad. “Apenas me pasó tomé la decisión de no quedarme encerrado”, explicó el joven que hace varias actividades: va al gimnasio, corre, nada, trabaja como masajista en San Martín y Uriburu y anima reuniones tocando el saxo.
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