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 lunes, 27 de agosto de 2007  
Cómo se vive en los barrios calientes de Santa Fe

La violencia como forma de solucionar conflictos entre pares no es una metodología que esté extendida en toda la capital provincial, sino que está instalada sólo en algunos sectores de la ciudad. Los barrios Santa Rosa de Lima, Centenario, San Lorenzo, Barranquitas, San Agustín y el distrito costero de Alto Verde, entre otros, son los que aparecen como los más violentos.

   El padre Axel Arguinchona tiene 49 años y desde 1988 viene recorriendo esos humildes sectores capitalinos. Pasó por Centenario, Santa Rosa de Lima y ahora está en la parroquia de La Merced, a la que concurren fieles de San Lorenzo, Alfonso y El Arenal. “En estos sectores el índice de peligrosidad es muy grande y en estos 19 años de trabajo en los barrios observé un deterioro muy grande de la vida familiar y de las relaciones entre las personas”, señaló el padre Axel, antes de remarcar que “se perdió la cultura del trabajo y del esfuerzo”. El sacerdote destacó que “el asistencialismo estatal es una solución temporal para las emergencias, pero aquí se utiliza esa mecánica que ataca la cultura del trabajo”.

   El religioso consideró que “el Estado es fundamental para afrontar estos problemas” y destacó que “debe crear las condiciones para que todos tengan trabajo, educación y salud. De ese modo los chicos volverán a comer a sus casas, se reforzarán los vínculos familiares y se podrá comenzar a reconstruir el tejido social”.



Desocupación y drogas. Por su parte, el padre Diego Ferrer está al frente de la parroquia Santa Rosa de Lima, enclavada en el populoso barrio del oeste santafesino donde viven casi 30 mil habitantes. Claro que los problemas de violencia no afectan a toda esa zona delimitadas por las vías del ferrocarril y el río Salado. Pero sí complica a gran cantidad de vecinos.

   “Muchas muertes tienen que ver con el uso de psicotrópicos y alcohol. A veces, algunas personas mandan a otras a robar para pagar la droga. También hay prostitución y coexisten todos los problemas que se ven en cualquier ciudad”, señaló el padre Diego, pero aclaró que “ tiene muchísima importancia la desocupación del tiempo. Se necesita que la persona tenga una ocupación porque el trabajo dignifica y evita que la gente caiga en la depresión y en la vagancia”.

   El sacerdote consideró que esta seguidilla de homicidios que se registran en Santa Fe “son síntoma de un problema más hondo”, y subrayó que entre la población “hay un gran sentimiento de postergación, bronca e incredulidad”.

   Amén de ello observó un “deterioro progresivo en el plano laboral y educativo”, con lo cual destacó que “cuantos menos alumnos haya en las escuelas, más presos habrá en las cárceles”.
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