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domingo,
01 de
julio de
2007 |
Malvinas, un viaje por la memoria
Nicolás Misculin
En el Monte Longdon, decenas de visitantes desafían al viento frío y penetrante para observar trincheras, armas y objetos personales de los soldados que hace 25 años libraron la batalla más feroz de la guerra entre argentinos y británicos. Las marcas del conflicto armado por las Islas Malvinas pueden apreciarse aún hoy en cada rincón del archipiélago: en los campos todavía minados, en los cráteres dejados por las bombas y en las ofrendas a los combatientes muertos.
Y también en el turismo. Diversas agencias de viajes promocionan actualmente, además de la abundante vida silvestre, recorridos por los campos de batalla, los cementerios y otros sitios emblemáticos de la guerra.
Si bien después de finalizada la contienda los visitantes eran en su mayoría veteranos de guerra y familiares, el número de turistas creció exponencialmente en los últimos años, sobre todo de la mano de los cruceros que incluyeron a las Malvinas en su itinerario.
“El turismo es muy importante para las islas, es la segunda actividad económica. Es muy interesante para la gente ver los campos de batalla y obviamente los cementerios, lo que es muy conmovedor”, explicó Liz Dimmlich, directora general de la Oficina de Turismo.
Según datos del Consejo Legislativo de las islas, la cantidad de turistas que llegaron a las Malvinas pasó de 3.500 a fines de los años 90 a cerca de 55.000 en 2006. En las Malvinas murieron 649 argentinos y 255 británicos, en la guerra desatada luego de que los militares argentinos ocuparon el archipiélago por 73 días.
Monte Longdon
A una hora de Puerto Stanley, capital de las Malvinas, en un lugar de difícil acceso a través de lodazales y tramos montañosos, se encuentra Monte Longdon, donde cayeron decenas de combatientes de ambos bandos en una de las últimas batallas de la contienda. “Fue un infierno. Combatimos cuerpo a cuerpo”, relató Ernesto Alonso, un ex combatiente argentino que tenía 19 años cuando fue a la guerra.
Las laderas escarpadas, de difícil acceso, explican por qué la cima del monte fue elegida por las tropas argentinas para la defensa de Puerto Stanley. “Longdon, como la montaña de Tumbledown, es el lugar que todo el mundo conoce porque aquí tuvieron lugar las batallas más salvajes de toda la guerra. Para los británicos era muy importante tomarlas para liberar Stanley”, dijo el guía Patrick Watts, que vivía en las Malvinas durante el conflicto. Aunque la guerra concluyó hace 25 años, en el escenario se conservan aún armas y restos militares en buen estado.
Además de cañones y ametralladoras, en las trincheras argentinas pueden encontrarse desde borceguíes hasta tubos de dentífrico con la pasta dental intacta. Muchos combatientes argentinos denunciaron tras el conflicto que en las islas no contaron siquiera con los elementos indispensables para combatir el frío y el hambre. En el suelo de Monte Longdon todavía hay restos de utensilios improvisados para cocinar y juntar agua al lado de suelas de zapatillas totalmente inadecuadas para el frío.
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