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 domingo, 01 de julio de 2007  
Una historia con buen final en la “curva de la muerte”

“La niebla era tan cerrada que no se veía ni a dos metros. Teníamos tanto miedo que paramos a rezar para que no nos pasara nada malo. Y cuando seguimos nos caímos al zanjón. Estamos agradecidos porque no nos pasó nada”, dice Francisco Mendoza, que ayer a las 7.15 cayó con su Chevrolet Corsa a una cuneta en la ruta 33, un kilómetro al oeste de Pérez.

   Mendoza experimenta la suerte de oír en el mundo de los vivos qué cosa es la “curva de la muerte”. Es de General Pico, La Pampa, y venía manejando junto a cuatro integrantes de su familia. Al llegar a Zavalla se detuvo. El manto de neblina era tan denso que casi hacía invisible el camino. “ Paramos a rezar para llegar bien a Rosario. Seguimos despacio, no venía a más de 60, y la curva apareció de golpe”, le dijo a La Capital.

   La familia había viajado toda la noche. Junto al conductor iban su esposa Estela Martínez, su hermana Dora Mendoza, su hijo Nicolás de 5 años y su sobrina María Andrea Sewald, de 11. Mendoza contó que venía a muy baja velocidad.

   Pero como tantos conductores que conocieron peor fortuna no vio el tramo de dos curvas en ángulo recto. Se desplazó del camino y el Corsa quedó con el techo sobre el agua. El auto sólo sufrió apenas la rotura de la luneta trasera. Sus ocupantes, un gran susto.
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La neblina jugó un papel determinante en el accidente.

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