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domingo,
01 de
julio de
2007 |
El acto de indisciplina y el fin
Cuando el martes a las 13.30 efectivos de la Unidad Regional I entraron a la casa del suboficial Miguel Echagüe asumieron que se había quitado la vida. El lugar donde tenía el balazo, el tórax, era compatible con un accionar suicida.
Pero luego la confesión del pequeño hijo del policía le dio una dramática vuelta de tuerca al caso. En la vivienda de Pedro de Vega al 3400 también estaban la esposa del policía, sus otros dos hijos y una vecina de 12 años.
El nene sostuvo que el padre lo obligó a entrar a la habitación matrimonial, donde esgrimió su arma reglamentaria para decir le que si no lo mataba él lo mataría. El chico adujo que tuvo miedo.
El dermotest halló pólvora deflagrada en la mano hábil del nene lo que sugiere que disparó. Totalmente inimputable, quedó al cuidado de su abuela.
La sanción. Desde el año 2000 Echagüe revistaba en la TOE. “Era un buen subalterno. Estaba en el área de Operaciones. Advertimos cierto desorden en su conducta a principios de año. Parecía un malestar propio de su vida personal como puede tener cualquiera. Jamás tuvo un antecedente clínico o psiquiátrico”, dijo ayer a este diario uno de sus superiores en esa compañía.
Una inconducta le valió la salida de la TOE el 14 de junio pasado. Echagüe estaba asignado a la custodia de Héctor Bustos, un militante social de Venado Tuerto que denunció en diciembre haber sido secuestrado 13 días. Se probó que en el curso de esa misión el suboficial abandonó su puesto para irse a la provincia de Buenos Aires con uno de los hijos de Bustos.
La pérdida de su puesto en la TOE, especulan allí, podría haber desestabilizado a Echagüe. Difícil explicar que eso solo haya llevado al colapso que se desató el martes en su casa.
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