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domingo,
01 de
julio de
2007 |
El cazador oculto: “La edad de oro de los superhéroes”
Ricardo Luque / Escenario
Hollywood confía en los superhéroes. Y bien qué hace. Hasta ahora, salvo alguna desgraciada excepción, las expectativas de la industria del cine no ha sido defraudada. Sus hazañas más que humanas han hecho repiquetear, una y otra vez, la campanilla de la caja registradora de los grandes estudios. Lo que es, hay que decirlo, para los ejecutivos que manejan el negocio una gran alegría. No hay que olvidar que, en ciertos ambientes, el dinero manda. Más que el corazón. La pregunta del millón es qué hace irresistibles a los superhéroes para el gran público. ¿Porque son invencibles? No. Todo lo contrario. Porque son vulnerables. Es bien sabido que cada superhéroe tiene un punto flaco, un talón de Aquiles, que lo humaniza. Superman pierde sus poderes cuando es expuesto a la kriptonita verde, el Hombre Araña se rinde antes que poner en peligro a sus seres queridos, Hulk es un bipolar sin remedio que cuando se enoja pierde el control. Sus historias son realistas, precisamente, porque sus flaquezas son las mismas de cualquier hijo de vecino. Ante su debilidad, el superhéroe termina siendo como cualquier hombre que quiere llevar una vida virtuosa: se esmera y fracasa. Su lucha contra el mal es una catarsis que, a pesar de sus recursos extraordinarios, al final del día le deja un sabor amargo. Su anhelo es inalcanzable: el mal persiste, el mal está en la propia condición humana y el superhéroe es el peor enemigo de sí mismo. Su dolor, su imposibilidad, no es distinta de la que sufren los fans que siguen sus aventuras en la pantalla grande. Un espejo donde se refleja su humanidad. También la de Batman, que no tiene superpoderes, que es un hombre común y corriente al que el asesinato de sus padres convirtió en un justiciero con una sed de venganza insaciable. Un hombre inconsolable. Igual que su archienemigo, el Guasón, que también sangra por la herida. Que no se banca haberse convertido en un payaso siniestro. Una tragedia que explota en la taquilla.
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