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domingo,
01 de
julio de
2007 |
Una forma de entrar al mundo del trabajo
Los talleres protegidos son espacios que conjugan manos, destreza y corazón. Son el lugar a través del cual las personas con capacidades diferentes entran al circuito económico formal más allá del voluntarismo de las microproducciones de los espacios terapéuticos. Entre las experiencias, se recorta la del Taller Protegido de Villa Gobernador Gálvez, proveedor de Mahle SA (ex Dana), en el ensamblado de aros.
Esta empresa articuló con el taller la tercerización del ensamble de aros; tarea que se realiza en un local de la planta ubicada en avenida Perón al 5600. Allí, todos los días, de 8 a 16, llegan desde aquella ciudad 20 de los 40 integrantes que realizan el trabajo. “La mitad viene al taller y el resto se encarga allá de los pedidos que no son tan urgentes”, explicó Lidia Guintales, directora de la entidad de Villa Gobernador Gálvez.
Enfundados en guardapolvos azules, los integrantes de la institución arman, clasifican y empacan juegos de aros. Trabajan como operarios desde el 2003, cuando la empresa quiso replicar una experiencia española, comentó Diego Ortiz, portavoz de Mahle. El hecho de cumplir tareas en la planta de la empresa ayuda a superar la invisibilidad social de quienes sufren alguna discapacidad y los asocia a conceptos de eficiencia y rendimiento.
“No lo hacemos por beneficencia, es un modelo de trabajo que resulta productivo, son un proveedor más de la empresa”, explicó Ortiz . Con remuneraciones promedio de 550 pesos, lo producido para la fábrica más un subsidio de 150 por integrante que otorga el Ministerio de Trabajo, los miembros del taller están más que satisfechos ya que la independencia económica les permite enlazar decenas de historias de dignidad.
Entre ellas, la de Ariel, que a pesar de su discapacidad vivía solo y casi abandonado en una casa de cartón, al fondo de la precaria vivienda de su padre. Cuando ingresó al taller comenzó a comprar bloques para mejorar su domicilio y formó una familia con otra operaria.
Otro caso es el de Marcelo, quien sufrió un accidente con una moto y quedó en desventaja de aptitudes. Hoy es uno más de los 20 trabajadores. “Me gusta mucho”, dijo junto a Juan, Gaby y Fernando. “Son espectaculares, nunca tienen problemas”, dijo Diego, un empleado de Mahle.
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