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miércoles,
20 de
junio de
2007 |
Señales del
poder central
Adrián Gerber / La Capital
En los últimos 17 años sólo cinco veces los actos centrales por el Día de la Bandera estuvieron encabezados por el presidente de la Nación. En sus diez años de gobierno, Menem participó de la ceremonia tres veces. De la Rúa y Duhalde ni amagaron con venir. Y Kirchner, fiel a sí mismo, zigzaguea: un año sí, uno no. Y hoy, que se festeja no sólo el 20 de Junio sino también el cincuentenario de la inauguración del Monumento, anunció que vendrá, pero algo tarde por “problemas de agenda”.
La impuntualidad de Kirchner ya es conocida por los rosarinos. No hay que hacer mucha memoria para acordarse de la incómoda situación que se vivió en la inauguración del III Congreso de la Lengua, cuando llegó más de una hora tarde mientras toda la ciudad y los reyes de España esperaban impacientes.
La relación de Rosario con el poder central siempre fue, es y seguramente seguirá siendo tensa más allá del color político del presidente. Existe el convencimiento de que el interior sufre la discriminación principalmente en la distribución de los fondos nacionales (como actualmente ocurre con los subsidios para el transporte: ¡los porteños siguen pagando 70 centavos el subte gracias a los fondos nacionales!), pero también en la consideración por parte del poder central.
Es allí donde los gestos cobran significados relevantes: que la Selección Nacional juegue sus partidos en el interior del país y no siempre en el Monumental podría ser uno. Que el jefe del Estado presida siempre los actos del Día de la Bandera podría ser otro. Nadie se rasga las vestiduras porque esto no ocurra. El país no va a colapsar ni la argentinidad entrará en crisis porque hechos como estos no sucedan. Los temas esenciales de una Nación son otros. Por eso, los rosarinos siempre disculpan las tardanzas o ausencias del presidente, pero no caben dudas de que éstas son pequeñas señales que la gente decodifica y guarda en su memoria.
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