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 martes, 08 de mayo de 2007  
El Papa llega a Brasil con un "no" a la Teología de la Liberación

San Pablo.- El papa Benedicto XVI trae a la mitad de los católicos en el mundo que pueblan el continente americano un mensaje nuevo y una advertencia vieja: la tolerancia que insinuó al comienzo de su pontificado de dos años excluye una apertura a la Teología de la Liberación.

Si había alguna duda de dicha exclusión, quedó despejada poco antes de la primera visita de Benedicto XVI a Latinoamérica cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe, la misma que dirigió durante lustros Joseph Ratzinger antes de ser proclamado Papa, sancionó al religioso español Jon Sobrino, radicado en El Salvador, uno de los exponentes de ese movimiento.

Como un claro mensaje antes de su primer viaje al continente donde nació esa corriente, el Vaticano notificó a Sobrino que en sus escritos había encontrado “graves deficiencias tanto de orden metodológico como de contenido”.

“Entre las deficiencias de orden metodológico se encuentra la afirmación según la cual la Iglesia de los pobres es el lugar eclesial de la cristología... olvidando que el único lugar eclesial válido en la cristología, como en la teología en general, es la fe apostólica, que la Iglesia transmite a todas las generaciones”, dijo la Congregación, sucesora de la Inquisición, ahora dirigida por el cardenal estadounidense Joseph Levada.

Pero aclara que “la opción preferencial por los pobres” que apoya la Iglesia “no es exclusiva, y ésta es la razón por la que la Iglesia no puede expresarla mediante categorías sociológicas o ideológicas reductivas, que harían de esta preferencia una opción partidista y de naturaleza conflictiva”.

Esa censura expresa a Sobrino dejó en claro que el mensaje nuevo que pueda traer el Papa como su presentación personal al continente cierra las puertas a todo lo que, a su juicio, se insinúe como una politización de la religión.

La Teología de la Liberación es una corriente que nació en América y que desencadenó un áspero debate sobre el papel de la religión, enriqueció el debate teológico y obligó al Vaticano a redefinir el papel de los religiosos en la política. En algunas de sus manifestaciones más extremas llevó a algún religioso latinoamericano a tomar las armas para luchar contra las injusticias.

En 1984 el Vaticano reconoció por primera vez la existencia de la Teología de la Liberación después de años de silencio tenso, y en 1986 emitió un segundo documento en que le dio carta de ciudadanía reconociendo su aporte valioso siempre que excluyera sus corrientes extremas.

Entre uno y otro, en 1985, el Vaticano condenó en silencio al fraile franciscano brasileño Leonardo Boff por considerar que daba a su mensaje religioso un fuerte contenido político y por criticar a la Iglesia de Juan Pablo II por “elitista”. En ese entonces Ratzinger dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Boff, que dejó la orden y colgó los hábitos, dijo en una entrevista con la AP poco antes de la llegada de Benedicto XVI a Brasil que la Teología de la Liberación “fue una fuerza de transformación de la realidad en busca de formas más justas; nació oyendo el grito de los oprimidos económicos primero, los pobres, y después los oprimidos étnicos: los negros, los indígenas, las mujeres”.

Agregó que después del Concilio Vaticano II (1962-65), “a fines de los años 60, durante unos 15 años, la Iglesia floreció con las comunidades eclesiales de base; el pueblo sentía que la Iglesia del pueblo estaba a su lado”.

Pero con el tiempo “los oprimidos crecieron, no disminuyeron”, dijo Boff. “Ahora todos gritan. El grito devino en clamor. Ahora hasta la naturaleza grita”.

Boff agregó que actualmente la Teología de la Liberación “no está tan visible como antes” y que fue “distorsionada” pero no “acallada”. (AP)


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