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 sábado, 05 de mayo de 2007  
"En Santa Cruz hay censura y se espía a los opositores"
Lo dijo el obispo de Río Gallegos. Luego sintetizó: "El que piensa distinto al gobierno, es enemigo"

El obispo de Río Gallegos, monseñor Juan Carlos Romanín, aseguró ayer que en Santa Cruz consideran "al que piensa distinto (al gobierno) un enemigo al que hay que eliminar", y alertó por la "censura y falta de libertad de expresión" que padece la sociedad en esa provincia patagónica.

Luego de expresar que le "llama la atención" que el diálogo entre los docentes y las autoridades "no se realice en Santa Cruz, sino en Buenos Aires", Romanín brindó un panorama sobre la situación política y social de la provincia, en el que advirtió sobre los padecimientos de quienes no comparten la política oficial.

"Nos cuesta mucho que nos acepten a los que pensamos distinto. El que piensa distinto parece que es un opositor, un enemigo al que hay que eliminar. Se cierran radios, los medios no ayudan, tenemos censuras, falta libertad de expresión, no hay privacidad; tengo sospechas de que mis teléfonos están intervenidos", sostuvo.

En ese punto, se le mencionó la actividad de Rudy Ulloa, ex chofer del presidente Néstor Kirchner y ahora empresario de un multimedios, a lo que el representante de la Iglesia dijo: "Es uno de los condimentos que hace a esta estructura que tiene el Estado aquí, tan fuerte que ha tapado a una sociedad civil".

Sin embargo, Romanín destacó que a partir del reclamo docente para que se eleve el sueldo básico, que es de 161 pesos, "la gente comenzó a despertarse y a perder el miedo a salir a la calle. Eso no se quiere ver. Hay un reclamo y hay que escucharlo".

Las declaraciones del prelado se dan en el marco de la movida del presidente Néstor Kirchner de invitar al obispo emérito de Puerto Iguazú, Joaquín Piña, a dialogar con él en la Casa Rosada. El encuentro no alcanzó a quebrar la comunión que dice tener el Episcopado, pero sí a fisurar el frente interno que lidera el cardenal Jorge Bergoglio.

Intencionalmente o no, el primer mandatario logró dividir las opiniones hasta hoy coincidentes en cuanto a la estrategia de diálogo del purpurado porteño con los tres poderes del Estado.

Los comentarios religiosos entraron entonces en colisión. Se habló indistintamente de mediación no pedida, de canales institucionales no respetados y de movimientos conciliadores para bajarle la tensión a una relación Iglesia-gobierno que se encuentra muy complicada.

Ayer una fuente ligada a Bergoglio dijo que las expresiones de Romanín no están ajenas a la interna episcopal. También se dejó trascender que existe malestar por lo que se interpretó como presiones para forzar un pedido de audiencia con el jefe de Estado, y hasta hubo sospechas de un "uso político" de la figura de Piña por parte de funcionarios del entorno íntimo del presidente.

Las voces ya no fueron unísonas y dejaron trascender matices conceptuales sobre el modo cómo la Iglesia debía contribuir a fortalecer las instituciones democráticas, que los obispos estiman "todavía débiles".

Para Romanín, la reunión fue "un pasito de los muchos que todavía hay que dar" para encauzar el diálogo entre Iglesia y gobierno.
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"La gente comenzó a despertarse y a perder el miedo", dijo el religioso.

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