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domingo,
08 de
abril de
2007 |
Una tradición de la ilegalidad
—”Plata quemada” parte de una investigación periodística. ¿Cuáles son sus referentes en el periodismo narrativo?
—He tenido muy en cuenta esa tradición norteamericana de la no-ficción, al tiempo que he leído la narrativa policial, como también asumí la noción de riesgo en lo que respecta al lenguaje en una situación extrema. Lo que hice fue jugar con las convenciones del relato de no-ficción pero llevé la ficción al límite. Transcribí diálogos de una máquina que habría registrado todo lo que se decía en aquel departamento, pero esa máquina nunca existió. Fue la forma de llevar adelante la ficción.
—Sus libros son siempre un espacio y un impulso de fuga. ¿La escritura es un arte de la fuga?
—Hay escritores a quienes les gusta estar cristalizados. Hay otros que no son mejores ni peores pero son los que me interesan, que intentan buscar un punto de fuga, un nuevo lugar, diferente. Habría otra acepción de la fuga: siempre he intentado trabajar con personajes que están en cierta escena de ilegalidad. La literatura es una forma de pensar nuestra relación con la ilegalidad.
—¿Cuál es su relación personal con lo ilegal?
—Como la de todos. Siempre digo que lo mejor que uno ha hecho en la vida es lo que la policía tiene registrado de él, que el currículum perfecto es tu ficha policial.
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