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sábado,
24 de
marzo de
2007 |
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Café del BajoCafé del Bajo
-¿Somos lo que pensamos?
-No lo dude, Candi.
-Hay una escrito breve, una reflexión formulada a partir de nuevos estudios neurobiológicos en la página de internet www.serysociedad.com.ar. Recomiendo leerlo y sobre todo tenerlo en cuenta cada día de la vida.
-¿Puede resumir?
-Sí. Las células del cuerpo no permanecen indiferentes ante nuestros pensamientos y sentimientos. Por el contrario, podría decirse que ellos dirigen, de alguna manera, el comportamiento diario de cada célula. Si tenemos pensamientos negativos o reacciones desconsideradas o malas, las células y toda la estructura se resiente como consecuencia de complejos mecanismos químicos que son efecto de tales pensamientos y sentimientos. Por el contrario, si tenemos pensamientos positivos y acciones de consideración y bondad, hay otros mecanismos que fortifican todo el organismo. Es decir, toda nuestra estructura orgánica se acomoda a nuestro pensar y sentir.
-¿Esto es algo nuevo?
-De ningún modo. Ya hemos dicho muchas veces aquí que en la antigüedad ya se conocía. En las Escrituras, por ejemplo, sin mencionarlo directamente, se hace mención al pecado y a la enfermedad. Erróneamente en una época se creyó que la enfermedad era un castigo de Dios por el pecado. Y en realidad esto no es así, lo que los sabios antiguos querían decir es que el pecado entraña pensamientos y acciones nocivas que son receptadas por toda la estructura orgánica y psíquica de la persona y que ello tiene sus consecuencias. Recuerdo, por ejemplo, que en un momento los seguidores de Jesús, quien estaba por sanar a un enfermo, le preguntan: "¿Quién pecó, él o su padre?". Y Jesús les responde: "Ni él ni su padre", y añade: "Esto se cura con oración y ayuno".
-Hay una gran enseñanza detrás de estas palabras.
-Sin duda alguna. Hay una enseñanza religiosa, psicológica y neurobiológica. Claro que Jesús no podía explicar en aquel entonces todas estas cosas que la ciencia va descubriendo hoy. ¿Quién le hubiera entendido? Hace poco tiempo nosotros dijimos que "somos también lo que oramos". Y algunos habrán pensado que somos unos delirantes místicos, pero aquellos que conocen la experiencia de la neurociencia realizada en universidades de Estados Unidos con monjes tibetanos, saben de qué modo se comporta el cerebro durante la oración y qué mensajes envía a cada parte del organismo y cuáles son las consecuencias. Por supuesto, alguien dirá que somos imperfectos, que a cada instante pensamos y actuamos de manera inapropiada ¿Qué se puede esperar entonces en el marco de la causa-efecto pensamiento y acción y organismo? Pero aún cuando la máquina humana es imperfecta, es maravillosa y Dios le concedió potestades increíbles, por ejemplo la capacidad de reflexión, de arrepentimiento. El arrepentimiento sincero no sólo salva el alma para otra vida, parece que esta actitud genera en el cerebro reacciones bioquímicas que restauran la estructura orgánica y la robustecen. ¿Para no creer?
Candi II
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