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 miércoles, 07 de marzo de 2007  
La protección del clima, dilema de los poderosos

Bruselas. - Si pudieran hacer lo que quisieran, los políticos europeos estarían seguramente dispuestos a decretar medidas draconianas contra el amenazante cambio climático. Pero los poderosos están en un dilema. Presiones y diferencias políticas limitan la libertad de movimientos, una experiencia por la que la canciller alemana, Angela Merkel, ha tenido que pasar más de una vez en estos días previos a la cumbre de la Unión Europea que comienza mañana en Bruselas.

Al parecer, las propuestas que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, realizó en enero sobre política energética y climática son demasiado ambiciosas. Pero Durao Barroso puede sentirse como uno de los ganadores del debate encendido para conseguir emitir menos gases de efecto invernadero, más energías renovables, así como precios más bajos de la electricidad y el gas.

En vista de que cada vez hay más estudios científicos que pronostican un futuro de horror, la protección del clima se ha convertido en una tarea que va más allá de los intereses partidarios y nacionales. Pero lo que se discute no es si abordar el tema, sino cómo hacerlo.

Naturalmente, ningún presidente francés puede abjurar en Bruselas de la energía nuclear -libre de CO2- cuando el consorcio energético estatal EdF produce su electricidad con reactores atómicos. Por eso, París se niega también a que se fije el objetivo obligatorio de que para 2020 se obtenga una quinta parte de la energía de fuentes renovables como el viento, el agua o el sol. El hecho de que Francia se encuentre en campaña electoral presidencial es algo que no hace más fáciles las negociaciones.

Merkel ha vivido en carne propia cómo un sector industrial se puede movilizar de forma masiva contra los planes de protección del clima. Los planes de la comisión de prescribir a la industria automovilística una emisión máxima de 120 gramos de CO2 por kilómetro en los nuevos automóviles que fabrique ya en 2012 se vieron amenazados con la reacción inmediata de los fabricantes de automóviles alemanes, que apuntaron a la pérdida de miles depuestos de trabajo. Al final, se llegó a un compromiso atenuado, gracias también a la presión desde Berlín.

Se puede comprender que en procesos de toma de decisiones de este tipo, el gobierno polaco señale que su economía simplemente no puede permitirse demasiada protección del clima. Y es que, la recuperación económica en los países del este y del centro de Europa no ha terminado aún. Allí tienen aún más prestigio los frigoríficos normales que los productos de alta tecnología que son mucho menos dañinos con el medio ambiente.

Que el bienestar contribuye a vivir cuidando más el medio ambiente lo muestra el ejemplo de Suecia, cuya política tiene el ambicioso objetivo de prescindir para 2020 de las importaciones de petróleo y también de abandonar la energía nuclear. Exportar este modelo también dentro de la UE es algo que, a la larga, conducirá a disputas. No obstante, la UE tiene claro que deberá hacer una gran contribución para conseguir controlar el problema global.

A menudo, los políticos, entre ellos la canciller alemana, hablan del papel precursor de Europa. Merkel deberá lograr encontrar compromisos que reconcilien las preocupaciones de los ciudadanos y las de la industria con las pretensiones europeas de ser líderes mundiales en la protección del clima.
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