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domingo,
04 de
febrero de
2007 |
Esa gatita llamada Tess
Por Jorge Timossi
Lleva airosa el nombre de una película del director Roman Polansky y es también un gran personaje. No tiene linaje ni alcurnia, es una gata común, barcina, pero en el despliegue de su personalidad podría ganar cualquier concurso gatuno. Astuta, desconfiada, vigila desde el jardín, su reino, el movimiento de las aves y las personas, y con el juego de sus patas y hasta con el hocico, abre la puerta de la terraza para introducirse y merodear por el interior de la casa.
Tiene un gran amor compartido con su dueño, a lo largo de varios años y vicisitudes, aunque en una ocasión se produjo una difícil diferencia.
Tess se encontraba muy cómoda dormitando con los ojos semicerrados en la cama de su señor, en el cuarto de trabajo donde él escribe y guarda sus cuadros y libros de referencia. Y éste era el reino de otro animalito, minúsculo y eficaz: la lagartija Juanita, que mantenía limpio de bichitos aquel ámbito casi sagrado.
Le bastó a Tess advertir la presencia de Juanita, que salió en una lenta incursión por debajo de un cuadro del chileno Matta, para lanzarse sobre ella, pasando a grandes saltos por escritorios, diccionarios, archivos, y hasta por su propio dueño. Juanita fue comida, deglutida, tras un solo zarpazo, y el hombre se enojó: sacó a Tess de la casa a cajas destempladas, hacia el jardín. Pasaron varios días y la gata impuso su venganza: entro subrepticia y orinó encima del bien más preciado de su dueño: la computadora.
Menos mal que se la pudo limpiar y que no afectó ningún elemento vital, porque, de lo contrario, este cuento no podría haber sido escrito.
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