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 sábado, 23 de diciembre de 2006  
Viajeros del tiempo

Enterrado en vida. Los periódicos valencianos dan cuenta de un curioso experimento que ha realizado en esa capital Mr. Charles Bohill, quien permanecerá enterrado vivo... durante ocho días. "El experimento -dice uno de los diarios- ha comenzado ante varios médicos y en presencia de un público numerosísimo". El presunto muerto, que es a la vez un émulo de Tanner y de Succi (*), comenzó sus experiencias con la demostración de su insensibilidad, y al efecto se atravesó los músculos del brazo y del pecho con largos alfileres, después de lo cual se hizo vendar fuertemente los brazos, las piernas y la cabeza, según dijo, para paralizar en lo posible la circulación de la sangre. Bohill se tendió después en la caja (un féretro auténtico, facilitado por una funeraria), improvisándose en su interior un colchón de estopas, y sobre el que se puso una pequeña almohada. Sus enterradores taparon el féretro con una cubierta de cristal que ataron con cintas que se lacraron y sellaron, y el muerto vivo quedó tan tranquilo como si estuviese en una buena cama. La tapadera del ataúd está colocada en forma que deja unas pequeñas rendijas para la circulación del aire. Como equipaje a este simulado viaje al otro mundo Bohill metió también en la caja ocho terrones de azúcar -que con unas gotas de éter sulfúrico han de ser su alimento-, un termómetro y una campanilla por si tuviera que pedir que lo desenterrasen. Luego de esta prueba, Bohill tiene preparada otra que consiste en ahorcarse (el colmo del sport), para lo cual ya se ha preparado una soga que cuelga en forma de lazo. Se ahorcará y quedará colgado por espacio de una semana. En otra ocasión permaneció encerrado en una caja de hielo durante 24 horas.

(*) Tanner y Giovanni Succi eran dos conocidos "artistas del hambre" o "ayunadores", como se los llamaba por entonces, los que pasearon su arte por diferentes teatros de variedades. La mayoría de los países europeos tuvieron sus ayunadores, muchos de los cuales fueron mujeres. El caso más antiguo conocido es el de una joven alemana llamada Margarethe Weiss, de quien existe un folleto fechado en 1542, a la que luego siguieron Eva Vliegen, las holandesas Barbara Kremers y Engeltje Vlies, etcétera. Esta última no ayunaba por razones de trabajo sino que se dice que dejó de comer cuando su hermano, un desertor de las milicias, fue atrapado por los gendarmes. Esto le habría provocado tal trauma que no ingirió alimentos durante 32 año, pero aunque ella aseguraba que era "alimentada por Dios", al morir se le practicó una autopsia que reveló que había aún alimento en la parte superior del tubo intestinal. Uno de los casos más extraños fue el del ayunador italiano Francisco Cetti, quien no sólo que no bajó de peso sino que hasta engordó durante su exhibición, lo que confirmó que muchos de estos artistas del hambre eran un fraude. La imagen que acompaña a esta nota muestra una tarjeta postal de 1915 donde el ayunador Giovanni Succi está en su "puesto del hambre" promocionando el "agua de oxígeno" (soda) Ozonin y la cerveza de Lindener-Pilsener. No sabemos si su acto de ayuno era un fraude o si se moría de hambre, pero está claro que bebidas no le faltaron.

Investigación y realización Guillermo Zinni ©

La Capital 1900/1905
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