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 lunes, 06 de noviembre de 2006  
El peligroso tránsito urbano

No es posible separar las conductas de los seres humanos, impulsadas por emociones, de una realidad que fastidia y tiene a mal traer a buena parte de la sociedad: el tránsito incorregible, caótico, violento y peligroso que forma parte de un escenario cotidiano en el cual se suceden no pocos hechos penosos. Y no es posible la separación, puesto que son las personas las encargadas de conducir los vehículos.

  Esta realidad, que muestra heridos y muertos, familias devastadas, no sólo es posible observarla y vivirla en todas las rutas del país, sino en las trazas urbanas, en las calles de todas las ciudades y Rosario y otros centros urbanos de la región, desde luego, no están fuera de un panorama que ciertamente es preocupante. En anteriores ocasiones se ha hecho mención a lo peligroso que se ha tornado el tránsito en las ciudades y a la actitud desaprensiva de conductores que, carentes del más mínimo respeto por el prójimo, conducen de manera irresponsable, a veces alienada y en no escasas ocasiones hacen de los vehículos una verdadera herramienta para matar.

  Como en la ley de la selva, el más poderoso impone su fuerza y así colectiveros y camioneros ponen de manifiesto su poder sobre automovilistas, éstos sobre motociclistas y ciclistas y todos sobre el peatón, quien en la red del tránsito es absolutamente ignorado. Bien han dicho algunos estudiosos que quien impone su fuerza mediante el volante no es sino una persona que adolece de problemas de autoestima, o es un ser irascible incapaz de dominarse a sí mismo. Y como también se ha expresado, si se realizara un test psicológico en cada una de las personas que poseen licencia para conducir, se concluiría que una gran parte de tales permisos deberían ser retirados.

  A este diagnóstico, debe agregársele que las emociones exacerbadas por diferentes causas —entre ellas los avatares de la vida moderna, dados por todos aquellos menesteres propios de la supervivencia en una sociedad casi descarnada— aumentan el problema.

  Las recientes medidas del gobierno de la provincia de Santa Fe, tales como impulsar en las escuelas una campaña de educación vial y la firma del convenio de incorporación de la provincia al Registro Nacional de Accidentes de Tránsito, mediante el cual se tendrá acceso a la base de datos nacional sobre infractores que soliciten la licencia de conducir, son plausibles y ayudan. Sin embargo, es necesario que rápidamente los municipios implementen una política más eficaz, con el propósito de lograr la merma de la peligrosidad del tránsito. Peligrosidad, por otra parte, que no sólo está dada por el daño físico que se causa, sino por el moral que cada día y a cada instante sufren miles de personas. Sería conveniente, acaso, que las autoridades municipales pusieran el acento no tanto en aquellas infracciones que no entrañan peligro, sino en las que suponen riesgo para la integridad física y psíquica de las personas.
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