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 miércoles, 27 de septiembre de 2006  
Hezbolá y el antisemitismo explícito que nadie quiere ver

Pablo Díaz de Brito / La Capital

"Abran sus ojos, huelan el antisemitismo" se llama un impactante artículo que escribió en el diario israelí Yediot Ahronot Joel Rubinsfeld, un judío belga. Cuenta cómo en la reciente guerra entre Hezbolá e Israel el jeque Hassan Nasrallah, jefe máximo del grupo extremista shiíta, pidió disculpas por la muerte de dos niños en un poblado del norte de Israel causada por los misiles que lanzaba su organización: pidió perdón, simple y solamente, porque los niños asesinados no eran judíos, sino árabes israelíes.

También recuerda Rubinsfeld que en 2002, el jeque, formado en los más prestigiosos seminarios shiítas iraníes e iraquíes, afirmó: "Si ellos (por los judíos) se reúnen en Israel, nos ahorran el problema de tener que perseguirlos por el mundo entero". Es casi imposible formular más claramente una intención genocida. Sin embargo el líder islámico es aplaudido por buena parte de la izquierda europea, latinoamericana y argentina, al igual que su protector y financista, el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad, autor de conocidas obscenidades sobre el Holocausto, que aquel sector sin embargo se cuidó bien de condenar.

Rubinsfeld pasa revista además a algunos párrafos de la espeluznante carta fundacional de Hamas, el movimiento extremista islámico sunita que gobierna a los palestinos desde marzo. Y recaba el mismo tono neonazi que halló en Hezbolá. El documento más importante de Hamas afirma entre otras cosas: "Con su dinero, ellos (los judíos) tomaron control de los medios de comunicación mundiales. Con su dinero dirigieron revoluciones en varias partes del mundo. Estuvieron detrás de la Revolución Francesa, de la Revolución Comunista (sic) y de muchas de las revoluciones de las que hemos sentido hablar. Con su dinero formaron sociedades secretas, como los Masones, Rotary Clubs, Leones y otros, en diferentes partes del mundo con el propósito de subyugar a esas sociedades. Con su dinero (siempre los judíos, claro) fueron capaces de controlar a los países imperialistas e instigarlos a colonizar muchos países, con el objetivo de explotar sus recursos y expandir la corrupción. No hay guerra en la que no hayan metido sus dedos". Vale reiterar: son citas textuales del documento fundacional de Hamas, de su "Constitución", no de algún texto escrito al pasar por algún segundón. Como es obvio, estas palabras resultan un calco del discurso nazi y del antisemitismo europeo del que surge el hitlerismo. Está clara, entonces, la proveniencia de la "doctrina" de Hamas.

Después de leer estas pruebas, ¿con qué cara un "progresista" argentino o latinoamericano puede todavía hablar de Hezbolá como de una "sociedad caritativa, como Cáritas", como hizo Atilio Borón durante la guerra? ¿Hasta cuándo durará el negacionismo de gente que es, queremos creerlo todavía contra toda evidencia, sinceramente no antisemita, pero persiste en legitimar al integrismo-neonazismo islámico de Hezbolá, Hamas e Irán en función de la "lucha antiimperialista"? Porque de la ultraderecha facista e iletrada nadie espera nada, como tampoco de la izquierda más extrema y primitiva. Pero resulta devastador que buena parte de la intelectualidad y el público progresista "compre" el antisemitismo nada encubierto de estos grupos islámicos, ofrecido en la vidriera mediática internacional como "resistencia antiimperialista".

Y a propósito de los medios: de las decenas o cientos de enviados que cubrieron la reciente guerra del Líbano, ninguno, que sepamos, pensó en indagar en los discursos de los años anteriores de Nasrallah, como hizo Joel Rubinsfeld. ¿No está en el abc del oficio periodístico hacerlo? También se extiende esta crítica a muchos de los corresponsales que trabajan en los territorios palestinos. Durante la campaña electoral que llevó al arrasador triunfo de Hamas en enero pasado el grupo extremista presentó reiteradamente su programa político, redactado con la misma retórica antisemita-neonazi de la citada carta fundacional. Pero al parecer (de nuevo, por lo que sabemos) a ninguno de los periodistas extranjeros que estaban allí le pareció tema digno de un envío.

¿Será necesario hacer un masivo trabajo de difusión de los documentos y discursos de estos grupos y de sus líderes (como hace la organización Memri con la prensa islámica) para que, al menos, no se hable más de ellos como si fueran la reencarnación de la Resistencia francesa?
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El jeque Nasrallah, líder de Hezbolá.



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