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 domingo, 17 de septiembre de 2006  
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Explicaciones

Jorge Besso

Un balance imposible pero quizás muy interesante nos podría brindar una suerte de estado de cuenta donde quedara plasmado cuántas explicaciones hemos recibido, y cuántas dimos a lo largo de los 10, 20, o 30 mil, o los miles de días que sean que cada cual lleva vivido o viviendo hasta la fecha. La planilla de caja del rubro explicaciones contemplaría un gráfico con la curva del porcentaje de las que hemos dado con relación a las solicitadas, del mismo modo que la proporción de las que nos fueron solicitadas y las que efectivamente dimos.

Un gráfico con un sesgo más cualitativo incluiría una curva, esta vez dibujando la performance de las explicaciones satisfactorias, emitidas y recibidas. Semejante planilla cualitativa mostraría, con toda probabilidad, la desproporción entre el número de explicaciones solicitas, las efectivamente recibidas, y dentro de ellas las que nos resultaron satisfactorias.

Naturalmente que al otro, es decir al vecino en la existencia, y a cualquiera que sea en la cultura que le haya tocado, le pasaría lo mismo. Un balance de este tipo podría incluir (ya que estamos) más planillas revisadoras de cuentas. Por ejemplo, una que nos informara el estado de cuenta de las explicaciones buscadas y de las realmente encontradas, lo que quizás diera un resultado desalentador para las futuras investigaciones.

Es probable que haya cierto consenso en que a nadie le gusta dar explicaciones cuando se las piden, y por el contrario desborda en explicaciones cuando nadie se las pidió. Esto sucede con bastante frecuencia en el campo del amor cuando se tienen que dar explicaciones llamadas inoportunas, de celulares apagados, correos encontrados o investigados, o más todavía cuando de pronto aparecen nuevos gestos y movimientos en el escenario sexual del amor.

Es el momento preciso en que alguien amenazado por su paranoia termina por agobiar al otro con preguntas (dicho sea de paso con un indisimulable olor a morbo) que pretenden recibir explicaciones que permitan disipar los fantasmas que ya están tan agitados que es más bien imposible que se disipen. Pero también se puede hacer algo muy distinto. En ese momento preciso cuando alguien comienza a escuchar las primeras explicaciones que tal vez no debiera haber solicitado, puede recurrir a la frase con la que muchas veces el humor salva al individuo de la locura y el sufrimiento: "No aclares que oscureces".

Por su parte la ciencia es la institución social que más explicaciones aporta con relación al funcionamiento de muchas cosas, y aunque sus explicaciones no siempre traen tranquilidad, de todos modos siempre se mantiene la esperanza de la prolongación de la vida en esa batalla desigual que mantenemos con la muerte. Dado que una vez que nos lleva la parca los cumpleaños de muertos son infinitos, además de que nadie los festeja, salvo en casos especiales y justificados.

Con respecto a la política, las explicaciones tampoco son brillantes, ni tan siquiera más o menos esclarecedoras, salvo un estado de conformidad que por lo que se ve es universal, y que se contenta con que en materia de política el matrimonio más perdurable de la historia es el de la bodas infinitas entre la corrupción y el poder. Más todavía: nadie nos explica para qué nos trajeron (o nos arrojaron según sea) a este mundo, y a nuestro turno repetimos la operación cuando le damos a otros (es decir a nuestros hijos) la oportunidad de vivir que no pidieron, ni que pudieron pedir.

Crónico malentendido entre los humanos que va prolongando la existencia y el funcionamiento del planeta con sus infinitos mundos, y con una infinita cantidad de explicaciones más o menos parciales, más o menos brillantes, o decididamente grises, de los múltiples problemas de la vida, en definitiva explicaciones más o menos insatisfactorias. O más o menos satisfactorias, según se mire la botella medio vacía o medio llena. Con la debida aclaración de que las sociedades ofrecen para quienes quieran comprarlas explicaciones totales de todas las cosas. Las religiones en primera fila, las ideologías inmediatamente después. O inmediatamente antes, en los regímenes que intentaron suprimir la religión y en el mismo instante sembraron la resistencia.

Naturalmente que las explicaciones no sólo son necesarias, sino también imprescindibles, por que generalmente lo que no tiene explicación muchas veces se llena con angustia, y la angustia tiene pocos remedios en tanto y en cuanto "los remedios suelen ser peor que la enfermedad". Ciertas cuestiones pertenecen a un territorio especial, aunque no siempre dicha pertenencia tienen explicación, sobre todo en el terreno de lo que no necesita ninguna explicación, ya que la misma resulta superflua:

  • Las cosas evidentes.

  • Las cosas obvias.

    La evidencia de algo está dada por ser innecesaria su demostración o inútil su explicación. Decir que el triángulo tiene 3 lados es una clásica evidencia que está contenida en la propia palabra, que al menos en la geometría tiene un referente único. Cuando en cambio se trata de un triángulo amoroso, también tiene 3 ángulos, 3 vértices y 3 lados, pero innumerables fantasmas en el interior de los triangulados, donde el placer y el sufrimiento suelen ir rotando por los distintos vértices.

    Por el contrario cuando algo se vuelve obvio, en muchas ocasiones lo que necesitaría ser explicado se torna evidente, con lo cual asciende de categoría y se transforma de tal manera que pasa a ser el factor que explica la totalidad de los movimientos de las cosas como es el caso del dinero. Desde hace décadas el valor del dinero ha superado su valor objetivo en la medida que no sólo posibilita comprar cosas sino también almas, tanto aquí como allá. Al punto que el mundo progresa en una irritante involución: a mayor riqueza mayor pobreza (es tan claro que resulta obvio). Lo que no nos exime de desobviar una obviedad tan monstruosa. Ya que si por la plata baila el mono, como reza la sentencia con aires de suficiencia, tal vez conviene recordar que es lo único por lo que el mono no baila, si es que baila. Lo que viene a demostrar que obviamente no somos precisamente una monada.

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