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domingo,
17 de
septiembre de
2006 |
Carta de
una hija
Fui a la fiesta y me acordé de lo que me dijiste. Me pediste que no bebiera alcohol. Por eso, tomé una gaseosa. Me advertiste que no debería beber y conducir, al contrario de lo que algunos amigos sostienen. Realicé una elección saludable y tu consejo fue correcto, como todos los que me das siempre. Cuando la fiesta finalmente se acabó, la gente empezó a conducir sin estar en condiciones de hacerlo. Fui hasta mi auto con la certeza de que volvería a casa en paz. Nunca me imaginé lo que me esperaba, mamá. Ahora estoy tirada en la calle y oigo a un policía decir: "El chico que provocó este accidente iba borracho". Mamá, su voz parece tan distante... Mi sangre está derramada por todos lados y estoy intentando con todas mis fuerzas no llorar. Puedo oír a los médicos decir: "Esta chica va a morir". Tengo la certeza de que el joven que manejaba a toda velocidad decidió beber y conducir; y ahora yo tengo que morir. ¿Por qué las personas hacen esto sabiendo que van a arruinar muchas vidas? El dolor me está cortando como un centenar de cuchillos afilados. Decile a mi hermana que no llore, decile a papá que sea fuerte. Alguien debería haberle enseñado a aquel chico que está mal beber y conducir. Tal vez si sus padres se lo hubieran dicho yo ahora no estaría muriendo. Mi respiración se está debilitando cada vez más. Mamá, estos son mis últimos momentos y me siento tan desesperada. Me gustaría que me pudieras abrazar mientras estoy tirada aquí muriendo. Me gustaría poder decirte lo mucho que te quiero.
Roberto Pedro Ramos
DNI 12.944.078
N de la R.: El autor de la carta relata un diálogo real que escuchó tras un accidente pero que no involucra a ninguno de sus familiares. Lo hace en virtud de su preocupación por la cantidad de tragedias que se registran casi cotidianamente por el exceso de consumo de alcohol de los conductores.
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