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 martes, 05 de septiembre de 2006  
Un espejo del dolor

El que ataca a Blumberg no merece pisar el suelo argentino. Blumberg no es Blumberg, es un espejo de dolor. Del horror. El que no supo ver en la Plaza de Mayo ese coro de víctimas pidiendo justicia no merece ocupar un lugar que nos represente mínimamente. El que no pudo ver esas caras cubiertas de lágrimas, sin pudor, en un dolor compartido, y acusa a Blumberg de especular con eso, no sólo no tiene alteridad sino que tiene el corazón plagado de odio y con odio no se construye una Nación. Cuando la Plaza de Mayo se iba vaciando, un matrimonio, tomado de la mano con el cartel con la foto de su hijo, llorando, se quedó quietito, azorado, mirando el escenario con la desazón de pensar que tendrían que volver a su hogar donde no estaba su hijo. Los vi y me conmovió hasta las entrañas. Como ellos muchos más, pero muchos más. Jóvenes llorando. Gente en carne viva. Eso no es política, es dolor. Un dolor de lo irreemplazable. Que merece respeto. Que merece silencio. Que merece compasión. Que merece respuestas. Que merece, como Blumberg pidió, que nos sentemos todos, sin banderías, sin especulaciones de bajo calibre, a pensar, por ejemplo, cómo solucionar el problema de los menores que son utilizados por delincuentes para cometer delitos porque son inimputables. Podrá ser una alternativa que se baje la edad de imputabilidad. Pero también que nos sentemos a ver cómo solucionamos el problema de ese tipo de esclavitud, a la que los grandes someten a los chicos, que cometen esos delitos. La inseguridad no tiene ideologías (salvo que la violencia sea una ideología en sí misma), la padecemos todos y entre todos debemos lograr la paz para hacer una Nación que nos contenga a todos.

Stella Maris Coniglio


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