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 sábado, 12 de agosto de 2006  
Reflexiones
La sucesión cubana y el mundo

Andrés Oppenheimer

Observando los últimos acontecimientos de Cuba, uno tiene la impresión de que la comunidad internacional -incluyendo a los Estados Unidos- no tendrá mucho apuro en buscar una transición rápida hacia la democracia en la isla.

Aunque muchos países digan que desean una pronta apertura económica y política tras la decisión de Castro de ceder el poder temporalmente a su hermano Raúl, la mayoría de los países actuará más influenciada por el temor a un cambio caótico que por el deseo de ver transformaciones democráticas en la isla.

Fíjense cómo podrían estar reaccionando las diferentes regiones del continente:

u El Mercosur, el bloque regional integrado por Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela, está cada día más volcado a la izquierda por la creciente influencia del presidente venezolano Hugo Chávez, el más entusiasta aliado de la dictadura cubana en la región. Debido al peso de la diplomacia petrolera de Venezuela, y por la simple razón de que la mayoría de los presidentes del bloque no quieren enfrentarse a los sectores de la izquierda de vieja guardia de sus respectivos países, el Mercosur no presionará por cambios democráticos en Cuba.

En la prensa argentina, Castro es llamado cariñosamente por su nombre, Fidel, una deferencia hecha a muy pocos líderes del resto del mundo. En segunda referencia, generalmente se lo menciona como "el líder cubano", un título generoso que también es usado por muchos medios estadounidenses, a pesar de que no existe diccionario alguno cuya definición de la palabra "dictador" no describa puntualmente a Castro.

Según una reciente encuesta de Barómetro Iberoamericano en 17 países de la región, Castro es visto "con simpatía" por el 67 por ciento de los ecuatorianos, 46 por ciento de los argentinos y el 45 por ciento de los brasileños. Aunque la simpatía por el gobernante cubano es de apenas el 33 por ciento en Venezuela, el 30 por ciento en Chile y el 26 por ciento en México, muchos de quienes apoyan a Castro pertenecen a grupos militantes a quienes los gobiernos no quieren tener como enemigos.

"Nadie está apurado por ver grandes cambios en Cuba. En un primer momento, esto podría significar apoyar la dirección de Raúl Castro", me señaló Emilio Cárdenas, un ex embajador argentino ante las Naciones Unidas.

u México, Centroamérica y los países caribeños que dependen en gran medida del turismo estadounidense saben que una apertura en Cuba resultaría eventualmente en una avalancha de turistas norteamericanos a la isla. Aunque ninguno lo admitirá públicamente, muchos vecinos de Cuba quisieran que ese momento llegue lo más tarde posible.

Actualmente, Cuba recibe unos 2 millones de turistas extranjeros por año, mientras que la República Dominicana 3,5 millones de visitantes, Bahamas 1,5 millones, Jamaica 1,4 millones y México 2,3 millones. Según John Kavulich, analista del Consejo Económico y Comercial de Estados Unidos y Cuba, con sede en Nueva York, dentro de los cuatro años siguientes al levantamiento de las sanciones de Estados Unidos a los viajes a la isla, Cuba recibirá un millón de turistas adicionales, y esa cifra aumentará en los años siguientes si Cuba expande su capacidad hotelera de allí en más.

Asimismo, es probable que México baje la intensidad de su apoyo a la democracia en Cuba como consecuencia de su crisis política tras las disputadas elecciones del 2 de julio. Si el candidato de centro derecha Felipe Calderón, que ganó el conteo oficial, es confirmado como presidente electo y toma posesión el primero de diciembre, ya anunció que formará una coalición con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que tradicionalmente ha apoyado la dictadura cubana.

u Es probable que el gobierno del presidente Bush, aunque oficialmente apoya una "transición rápida y pacífica a la democracia" en la isla, no quiera abrirse otro frente internacional en momentos en que enfrenta una grave crisis en el Medio Oriente, crecientes problemas en Irak y una amenaza potencial de Corea de Norte.

Además, según me dijeron varios ex funcionarios estadounidenses, una de las mayores prioridades de Estados Unidos es evitar una nueva ola de refugiados cubanos a Estados Unidos, como el éxodo del Mariel en la década de los ochenta. Y esta prioridad es aún mayor cuando estamos a pocos meses de las elecciones legislativas de noviembre, y el Partido Republicano podría sufrir una gran derrota en el caso de una nueva crisis migratoria cubana.

Mi conclusión: si Castro desaparece de la escena política cubana, o si vuelve como un líder ceremonial con capacidades disminuidas, no veremos una fuerte presión internacional por cambios democráticos en la isla. Eso podría no ser malo, siempre y cuando el mundo no le dé la espalda a los opositores pacíficos internos el día que salgan a la calle para reclamar sus derechos civiles más elementales.
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