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domingo,
30 de
julio de
2006 |
Una fiesta de color y alegría
La palabra rito deriva del latín, ritus, y significa ceremonia religiosa. En el mundo andino, el ritual tiene que ver con la repetición originaria, a veces a modo de ofrenda, actuada, danzada o cantada de un acontecimiento original transmitido ancestralmente, renovando la memoria colectiva y la identidad cultural de un grupo.
Los personajes que lo dramatizan y que entran en escena, en general son elegidos como representantes entre el cielo y la tierra, el mundo espiritual y el terrenal, a los que se los llama chamanes o sacerdotes andinos, profundos conocedores de las tradiciones y del alma cósmica.
El chamán, en mongol significa asceta; en sánscrito samán es aquel que vive en retiro espiritual; y en lengua quechua sámaj representa a el que tiene paz espiritual. La forma de operar de los chamanes no era por medio del conocimiento intelectual, sino de tipo experimental, cercano a las vivencias de su comunidad y cuyos dones le permitían sanar males, la clarividencia, los estados de trance, los viajes de iniciación, la lectura de hojas de coca, ver en la oscuridad, trasmutarse de felino a jaguar y conectarse con el mundo espiritual. Sus poderes se transmitían en forma oral, y eran los transmisores de sabidurías milenarias, provenientes antiguas tradiciones.
También poseían los secretos que encerraban las plantas, los efectos para la curación y estados de conciencia especial a través de los cuales se conectaban con el universo espiritual. El chamán es, además de sanador, experto en plantas sagradas y en cómo aplicarlas en curaciones. En el mundo andino, se utilizaban expresiones artísticas y objetos para realizar los rituales: vasos de cerámica y mantos religiosos donde los antiguos habitantes del suelo americano dejaron grabada su huella, sus ritos y su entorno a través de símbolos. Grabados, modelados o esculpidos en piedra, roca, tierra o trozos de tela cuyo fin era dar cuenta de la identidad y de los lenguajes para preservar la memoria de esa comunidad.
Para las culturas precolombinas la naturaleza fue considerada sagrada, y en especial las montañas fueron dioses a los que llamaban Apus que protegían a las comunidades. El estado Inca le dio suma importancia a este antiguo culto, y sus habitantes construyeron en las cimas espacios para los rituales religiosos, hoy conocidos como "santuarios de alta montaña". Las actividades religiosas en el mundo andino se relacionaban con la naturaleza y la fertilidad, especialmente el ciclo agrícola y las estaciones del año.
En esas culturas, también la piedra fue un objeto de culto y ritual. Por ejemplo, las apachetas (montículos de piedras apiladas) son adoratorios simples pero muy importantes para las creencias religiosas pasadas y actuales del mundo andino (se trata de agrupamientos de piedras de diferentes tamaños que se encuentran a la vera de los caminos). Los pedidos que se realizan en las apachetas se asocian al viajero y al peregrino, a las sendas y el camino ya que se relacionan con el descanso, las fuerzas para continuar, la protección , la salud y el permiso para ingresar a un lugar nuevo.
Las apachetas son construidas cuando se realiza una ofrenda a la Pachamama, durante el mes de agosto, y se adornan con flores y lanas de muchos colores.
Festividad en la montaña
Cada mes de junio, a 5.000 metros de altura en el departamento del Cuzco, Perú, se celebra la festividad del Señor de Qoyllur Ritty que en quechua significa "El Señor de los Hielos". Esta celebración reúne dos tradiciones, la andina y la católica porque conmemora la aparición de la imagen de Cristo en una roca maciza a 4.750 metros de altura, y a la vez el culto al Apu (montaña sagrada) Ausangate.
Se trata de un rito mágico religioso en las faldas nevadas del Ausangate , al pie del Qolquepunco en plena cordillera de los Andes, cuyo origen data de 1780. Es una peregrinación donde participan representantes de las diferentes comunidades andinas del Perú que a través del canto y la danza ofrendan su fe al Señor de los Hielos de quienes obtienen milagros, buenos augurios y bendición.
El Señor de los Hielos guía los pasos del Ukuko, personaje central de esta festividad, que debe ascender descalzo por las laderas del Apu (montaña sagrada), y luego fundirse en una abrazo interminable con la nieve. La identidad del Ukuko permanece en el misterio (un pasamontañas oculta su rostro). Se trata de un personaje mítico, mitad hombre mitad animal, cuya voz se vuelve chillona jugando con el eco de las alturas, y a su vez es guardián del santuario del Señor de los Hielos.
Tres días de ofrendas y devoción donde los participantes bailan día y noche al son de la música, cantan y rezan con trajes bordados con pájaros de colores, aves bicéfalas y lentejuelas doradas. Se trata de una fiesta de color y alegría con interminables filas de velas que titilan adentro y afuera del santuario, y en el que se pide prosperidad, amor y bienestar para los seres queridos disfrutando del aroma del palo santo que impregna al entorno.
Los cerros y la montaña sagrada (Apu) veneran al santuario. El Apu Ausangate, el pico más poderoso de la zona, lugar de origen de alpacas y llamas, controla la fecundidad y su presencia se irradia por toda la región.
Claudia Goldin
Artista textil
www.claudiagoldin.com.ar
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