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domingo,
21 de
mayo de
2006 |
Cocina
Sabores de vida
Quique Andreini / La Capital
Mi querida amiga, me contaron que había una vez un viejo carpintero que cansado de tanto trabajar estaba listo para acogerse al retiro y dedicarle tiempo a su familia. Así se lo comunicó a su jefe, y aunque iba a extrañar su salario, necesitaba retirarse y estar con sus seres queridos; de alguna forma sobrevivirían. Al contratista le entristeció mucho la noticia de que su mejor carpintero se retirara, y le pidió si podía construir una casa más antes de irse. El carpintero aceptó la proposición del jefe y empezó la construcción de su última casa, pero a medida que pasaba el tiempo se dio cuenta de que su corazón no estaba de lleno en el trabajo.
Arrepentido de haberle dicho que sí a su jefe, no puso el esfuerzo y la dedicación que siempre ponía cuando construía una casa y la construyó con materiales de calidad inferior. Esa era, según él, una manera muy desafortunada de terminar una excelente carrera a la que había dedicado la mayor parte de su vida. Cuando el carpintero terminó su trabajo el contratista fue a inspeccionar la casa. Luego le dio la llave y le dijo: "Esta es tu casa, mi regalo para ti y tu familia por tanto años de buen servicio", y sintió mucha vergüenza al recibir la llave. Si hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiera hecho de una manera diferente.
También así pasa con nosotros. A diario construimos relaciones, y en muchas ocasiones ponemos el menor esfuerzo posible para hacer que progresen. Después con el tiempo nos damos cuenta de la necesidad que teníamos de alguna relación. Si lo pudiésemos hacer de nuevo, lo haríamos totalmente diferente. Pero no podemos regresar.
Alguien una vez dijo: "La vida es un proyecto que hace uno mismo. Las actitudes y las elecciones que se toman van construyendo la casa (la vida) en la se vivirá mañana". Por eso hay que construir sabiamente, trabajar como si no se necesitara el dinero; amar como si nunca nos hubieran herido; bailar como si nadie nos estuviera mirando. Y ahora a cocinar unos riquísimos alfajores tipo marplatense.
Necesitará:
750 gramos de harina
250 gramos de fécula de maíz
250 gramos de manteca
6 huevos
10 gramos de amoníaco
2 cucharadas de cacao en polvo
1 cucharada de polvo para hornear
1/4 de taza de miel
3 cucharadas de azúcar
Mezcle la harina con la fécula y forme una corona. En el centro ponga la manteca, los huevos, el amoníaco, el cacao, el polvo de hornear, la miel y el azúcar. Una los ingredientes y deje descansar la masa en la heladera unos minutos. Estírela sobre la mesada enharinada y con un cortante forme las tapitas. Hornee sobre placas enmantecadas y enharinadas. Las tapas es mejor que las prepare con 1 o 2 días antes de rellenarlas; hay que conservarlas en latas cerradas o en lugar muy seco hasta el momento de armar los alfajores con un buen dulce de leche repostero. Se pueden bañar con glacé o cobertura de chocolate.
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