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 domingo, 21 de mayo de 2006  
En Foco. Asamblea ganadera en San Justo

Más de 1.500 productores santafesinos votaron a favor de realizar un paro agropecuario hasta que el gobierno reabra las exportaciones de carne. La resolución, que todavía debe ser sometida a la aprobación del consejo directivo de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), se tomó en San Justo el mismo día que el gobierno lanzó una ofensiva contra el precio de otro producto de gran sensibilidad en el Indice de Precios al Consumidor: el trigo.

Ambas situaciones forman parte del recalentamiento de la pelea entre el gobierno y gran parte de los empresarios del sector agropecuaria, derivada de la creciente tensión entre el negocio exportador y los precios de los alimentos en el mercado interno.

"No somos oligarcas", afirmaron los ganaderos reunidos en la Sociedad Rural de San Justo, que se quejan de que el Ejecutivo nacional los coloca en situación defensiva en base a un "prejuicio ideológico".

El cierre de las exportaciones y la aplicación de retenciones son medidas generales que afectan tanto a grandes productores como a chicos. De la misma manera, la contención de precios que se busca asegurar con estas medidas alcanza tanto al que se come un lomo todos los días, en la parrilla de su quinta en Pilar, como al que no llega al puchero.

Las restricciones comerciales son legítimas cuando se trata de preservar el interés general, pero no son neutras. Se vio en la cadena láctea y se ve ahora en la de la carne: el control de los precios puede llevar a una reducción del precio al consumidor más vulnerable, pero fundamentalmente deja ganadores y perdedores dentro de los mismos actores del negocio. Frigoríficos consumeros vs. exportadores, productores vs. frigoríficos, industriales vs. cadenas comerciales, interior vs. grandes ciudades, y la lista sigue.

Una simple recorrida por las carnicerías permite ver que la baja en el precio de la hacienda no fue capturada por los consumidores más necesitados de la protección del Estado, sino por algún sector de la cadena que va del campo al estómago. Y esto puede explicar la existencia de una queja común entre los que sueñan con comer asado y los productores que hoy tendrán que vender sus vacas viejas al precio de un par de zapatillas.
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