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 sábado, 20 de mayo de 2006  
Goleada en el Parque de la mano de Diego

Para los fanáticos del fútbol fue como volver a ver al primer amor. Ese que jamás se olvida y donde la adrenalina fluye de una manera irrepetible. Diego Maradona volvió a Rosario, se calzó los cortos y le hizo caricias a su mejor amiga, la pelota, para seguir escribiendo otro capítulo de su leyenda de gloria. Porque ganó un Mundial. Porque brilló en las ligas más prestigiosas del planeta. Porque defendió como ninguno la celeste y blanca. Y por una lista interminable de virtudes, se puede intentar comprender el afecto incondicional de la patria deportiva hacia el Diez, un cariño inmenso que volvió a quedar reflejado anoche cuando los hinchas le volvieron a decir: "Gracias maestro". El dato anecdótico fue que además hubo un mini-partido, donde la barra de Diego se impuso por 9 a 4 al combinado de Colombia.

Pasada las 21, Diego encabezó la fila de futbolistas con la camiseta argentina como tantas otras veces lo hizo en su extensa carrera deportiva. Al verlo, los hinchas se estremecieron en un conmovedor rugido de aliento hacia el ídolo que los defendió en batallas inolvidables. Maradona trotó hasta la mitad de la cancha, cargó de aire sus pulmones y levantó los brazos en señal de reconocimiento. Enseguida unió las palmas de sus manos aplaudiendo la notable convocatoria que desbordó las tribunas del cubierto de Newell's Old Boys.

Enseguida comenzó a rodar la pelota y el público se interiorizó del novedoso showbol. Los siete argentinos que estuvieron desde el arranque fueron: Sergio Goycochea, Fernando Gamboa, Carlos Mac Allister, Alejandro Mancuso, Matías Almeyda, Gabriel Amato y el Mejor. Mientras que por el bando cafetero los ilustres fueron el arquero Juan Carlos Henao, Mauricio Serna y Faustino Asprilla.

Para el combinado albiceleste luego ingresaron Diego Soñora, Sebastián Rambert, Patricio Camps, Sergio Zárate y Juan José Borrelli. El resultado fue un anecdótico 9 a 4, donde se destacó un gol de Maradona de tiro libre.

El partido en sí (dos tiempos de 25 minutos de juego neto) no fue muy atractivo, ya que no hubo espacio para que los jugadores muestren su destreza técnica y recurrieron siempre al juego brusco.

Igual el pueblo rosarino fue a ver a Diego en acción y con eso alcanzó y sobró. Con el paso de las décadas muchos podrán decir que aquella noche de mayo fueron a ver al mejor de todos los tiempos.
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Diego mostró que su categoría sigue intacta.


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