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 sábado, 20 de mayo de 2006  
Perdidos en el centro. Hay una oficina de informes que usa sólo una de las empresas que usufructúan la terminal
Desidia y falta de información en la estación de plaza Sarmiento
No hay carteles actualizados con los horarios y destinos. La gente, desorientada, consulta a los choferes y los puesteros

Una oficina de informes donde sólo atiende una empresa, cartelería en mal estado, falta de datos actualizados sobre destinos, horarios y frecuencias, y hasta choferes cansados de hacer de encargados de información. Estos son sólo algunos de los problemas con los que puede encontrarse un pasajero a la hora de querer abordar un ómnibus en la miniestación de la plaza Sarmiento. Un lugar olvidado por las autoridades a punto tal que, además de arrojarse responsabilidades, se asombran cuando se les pinta el panorama.

La paciencia es una arma fundamental para viajar con destino a las localidades del Gran Rosario desde la miniestación de la plaza Sarmiento. Con suerte, algún "pasajero frecuente" podrá ofrecer detalles de las posibles compañías, trayectos, horarios, distancias o frecuencias de los colectivos que allí tienen sus dársenas de ascenso y descenso de pasajeros.

Si no, queda esperar hasta que lleguen los ómnibus, leer los destinos escritos en los parabrisas y confiar en que el chofer no sea un hombre de pocas palabras o esté harto de responder. Porque, en esa terminal, no existe oficina de informes de ningún organismo oficial (salvo una, privada, de la firma Monticas-Las Rosas), y hay muy pocos carteles con destinos y horarios actualizados.


Preguntas al churrero
"¿Y para qué van a poner una oficina de informes si para eso ya está Antonio?", ironiza Jorge, un churrero con parada en el lugar. Se refiere a su amigo, un vendedor de praliné y oráculo ad honórem para los pasajeros. "Contesto una pregunta cada dos minutos: que adónde van los ómnibus, que a qué hora salen, que si pasan por acá o por allá", cuenta Antonio.

Su explicación es que "la gente no tiene a quién dirigirse, por eso anda deambulando de un lado para otro. Le preguntan a uno y a otro, y muchas veces los choferes no quieren dar la información porque llega un momento en que ya se cansan. No es su trabajo hacer de informantes", abunda el vendedor de praliné.

A pocos metros de allí se pasea un inspector de la línea Expreso, que alcanza varios destinos al norte de Rosario. Por razones obvias, el hombre prefiere no dar su identidad. Cuando se le consulta a qué hora sale un micro para Timbúes ofrece, gentilmente, buscarlo en sus planillas. Pero exhibidos, admite, los datos no están.

Además recomienda no atender a un cartel colgado en un poste de la misma empresa hacia otros destinos "porque está desactualizado".

Las únicas dos firmas que sí tienen expuestos sus horarios son Metropolitana y Monticas-Las Rosas.


A pura confusión
La primera, que viaja a Pérez y Zavalla, colgó un cartel en uno de los primeros postes de la galería, desde la esquina de Entre Ríos. La otra usufructúa el único espacio vidriado con apariencia de oficina en la estación. En ese lugar, que cualquier pasajero confunde fácilmente con un puesto de informes, Monticas-Las Rosas brindan un detalle prolijo de horarios y paradas hacia sus destinos sobre la ruta 9, Funes, Roldán, San Jerónimo, Carcarañá y Correa. No sólo eso, de mañana también tiene adentro del cubículo a su propio inspector.

Del resto de las líneas, que viajan -por ejemplo- a Puerto San Martín, Andino y Bella Vista (más sus intermedias Granadero Baigorria, Capitán Bermúdez, Fray Luis Beltrán o Timbúes, para dar algunos casos), Clarke y Serodino, Pérez, Zavalla, Arnold y Fuentes, nadie sabe nada. Hasta puede ser que algún chofer puede estar al tanto de los otros micros de su empresa o de las colegas. Si no, apelar a la solidaridad de los demás ciudadanos, mejor o peor informados, parece ser la solución.

"Cuando se remodeló la plaza, hace muy pocos años, se pidió una oficina de informes en la estación", cuenta otro inspector. "¿Y qué hicieron? Se la terminaron dando a una sola empresa", rezonga.


Un público acostumbrado
El público que circula por la plaza parece bastante acostumbrado a este paisaje. La mayoría vive en otra localidad, pero viaja por trabajo o estudio diariamente a Rosario y ya se conoce los horarios de memoria. Los que no, muestran la mansedumbre del que ya se familiarizó con ciertas formas sociales del maltrato.

Muchos viajan con bultos, cargados y con chicos, y saben que, en una parte del recorrido, los ómnibus se colmarán. Por eso, como suben en la punta de línea, se acomodan pensando en estrategias varias para descender con un mínimo de facilidad.

Mientras los pasajeros que usan esa estación de forma eventual circulan como trompos por las paradas, el movimiento en el lugar es incesante. El bar sí promociona sus ofertas con carteles, y la yugan los puesteros de novedades, pochoclo y praliné, dispuestos a contestar sobre lo que puedan. La razón la da nuevamente Antonio: "No solamente por buena onda, sino porque me conviene: si le contesto a la gente, a lo mejor no me compre ahora, pero mañana sí, cuando se acuerde de que yo sí le di información".
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Los pasajeros quedan expuestos a su suerte.

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