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 sábado, 13 de mayo de 2006  
Editorial
La inseguridad y los taxistas

Son las víctimas predilectas de ladrones que no vacilan en herir o hasta matar para alzarse con unos pocos pesos. Pese a los esfuerzos policiales, la grave situación no cesa. Debe procurarse, al menos, que disminuya. Para ello, se deben debatir los medios a adoptar con mesura y sin prejuicios.

La situación de desamparo ante el accionar del delito que padece la ciudadanía rosarina, similar a la que se registra en otras urbes del país, se incrementa de manera notoria en casos puntuales y el más destacado, sin dudas, es el de los taxistas.

Los trabajadores del volante, que recorren las calles de la ciudad durante largas jornadas de doce horas, están más expuestos que nadie al peligro: como llevan dinero a bordo, son el blanco predilecto de delincuentes de poca monta que por unos pocos pesos no vacilan en agredir, herir y hasta matar.

Los robos y ataques se suceden con frecuencia alarmante, pese a los esfuerzos realizados por las fuerzas de seguridad. El pasado miércoles, la foto principal de la tapa de La Capital daba cuenta de un nuevo asalto. La imagen poseía una fuerza dramática: una médica se inclinaba sobre el conductor, quien tenía los ojos cerrados y el pecho manchado con sangre. Dos ladrones lo habían herido en el cuello con una navaja para despojarlo de la recaudación en la esquina de Pasco y Chacabuco. "Uno más", pensaron tal vez muchos de quienes observaron la portada del diario y siguieron su camino sin reparar demasiado en la noticia. Y eso es lo grave, justamente: tanta saña, tanta violencia, tanto temor... ya se han convertido en rutina.

Desde esta columna se ha señalado en anteriores oportunidades, en relación con el candente tema de la inseguridad, que no pueden aguardarse soluciones de índole mágica. La exclusión de vastos sectores sociales, reflejada en desempleo y extendida miseria, ha creado un caldo de cultivo ideal para el delito, estimulado además por el preocupante auge de la drogadicción. Pero comprender lo que ocurre no significa tolerarlo ni convertir en víctimas a quienes son victimarios.

En el otro extremo del arco, acaso tan peligrosos como el fenómeno al que pretenden combatir, están los partidarios de la llamada "mano dura". Pero no es "metiendo bala" -como muchos de ellos suelen pedir- que se resolverán los problemas: sí hace falta, en cambio, una policía capaz, entrenada, bien paga y provista de los más modernos elementos que pueda proveer la tecnología. Ese es el objetivo confeso del gobierno de la provincia, pero el camino que queda por recorrer es bien largo.

Sin pensar en que la adopción de cualquier medida logrará resolver el problema de modo definitivo, acaso haya llegado el momento de discutir aún más a fondo la profilaxis sin excluir de antemano ninguna posible solución de la agenda. Así como la radio conectada con la policía -sistema de futura implementación- es vista por muchos como una gran ayuda, acaso debiera volver a debatirse la instalación de un vidrio blindado que separe al chofer de los pasajeros.

El drama de los taxistas es el de todos. Con mesura e inteligencia, sin prejuicios, corresponde hacer lo posible para disminuirlo.
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