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 martes, 09 de mayo de 2006  
Los Doroni, una familia con historia

Como desde hace más de 40 años, hablar de la familia Doroni es hablar de una parte importante de la historia de Fighiera. Todo empezó en la década del 60, cuando don Alberto, recién casado con Alessandra, se inició con un puestito a la vera de la ruta. Poco tiempo pasó para que el sueño del frigorífico de fiambres de cerdo comenzara a ser una realidad. Para eso fue construyendo las instalaciones, importó maquinarias de Italia y hoy, más de tres décadas después, ese sueño realizado sigue siendo un ejemplo de adelanto y eficiencia industrial.

"El viejo era un visionario, un creador", recuerda su hijo Adrián, que desde hace doce años, después de la muerte de su padre, se puso el negocio al hombro junto a sus dos hermanas y salió a enfrentar los años más duros que les tocó atravesar como noveles empresarios.

Con 26 años y un título de abogado, Adrián dejó la profesión, se calzó las pilchas blancas y se convirtió en un experto en la materia. Todo le iba a hacer falta para superar la convocatoria de acreedores en que había caído la empresa paterna.

Y salieron adelante: "Fueron años durísimos, de negociar con los acreedores y los bancos. Hoy podemos decir que nuestra empresa está saneada y vivimos tranquilos", cuenta, sentado en una oficina que resume el estilo de vida de toda la familia: austeridad y esfuerzo.

Sin estructura de venta y casi sin marketing, los productos de Doroni son conocidos en todo el sur provincial, y en tierras bonaerenses "hasta la General Paz". "El secreto es que pese a todo nunca variamos la calidad de nuestros productos, siempre salieron con el mismo sabor, antes en la épocas duras y ahora", asegura.

El sabor justo de salamines, salames, chorizos caseros, lomitos y otras exquisiteces desvelan a los 14 empleados de la firma, que bajo la conducción amable pero firme de Adrián es como si formaran parte de una gran familia.

En el local de venta al público ubicado en el mismo lugar donde hace 40 años comenzaron con un puestito a la vera de la ruta, doña Alessandra atiende la caja. Mientras, sueña con el viaje a Italia que en pocos días más le permitirá reencontrarse con sus hermanos y el resto de la familia paterna.

"Este negocio siempre nos demandó un gran sacrificio, fueron muchos años de trabajo y esfuerzo. Ahora están los chicos al frente, y ellos fueron quien me regalaron este viaje", dice.
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