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 domingo, 30 de abril de 2006  
Cocina: sabores de vida

Enrique Andreini / La Capital

Mi querida amiga, hace mucho tiempo, me contaron que había una hija que se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar: cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, cocinero, la llevó un día a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra huevos y en la última granos de café, y las dejó hervir sin decir palabra. Ella esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el papá apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón, a los huevos los puso en otro plato. Finalmente, coló el café y lo arrojó en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le preguntó: "Querida, ¿qué ves?", "Zanahorias", respondió. El padre le hizo tocar las zanahorias, y ella notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Cuando le sacó la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Después le dijo que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito aroma.

Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, padre?" él la sentó sobre su regazo y le explicó: "Los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad como es el agua hirviendo, pero reaccionaron de forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura, soberbia pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de estar en agua hirviendo, la habían cambiado".

"¿Cuál eres tu hija?", le preguntó. "¿Cuando la adversidad llama a tu puerta cómo respondes; eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza; o un huevo que comienza con un corazón maleable y un espíritu fluido, pero que después de una muerte, una separación, una piedra en el camino se vuelve duro y rígido? ¿Por fuera te ves igual, pero eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido; o eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer y las cosas a tu alrededor mejoren. Hija mía, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumine tu camino y el de la gente que te rodea.

Por eso, no dejes jamás de esparcir con tu fuerza y energía el dulce aroma del café." Y hablando de café, vamos a cocinar una receta que me pidieron que repitiera.


Chipas
Necesitará:

  • 500 gramos de harina de mandioca

  • 200 gramos de manteca

  • 200 gramos de queso fresco

  • 200 gramos de queso derallar

  • 3 huevos

  • 1 cucharada sopera de polvo de hornear

  • 1 cucharadita de sal fina

  • leche para unir

    de hornear

    Corte la manteca y el queso en trocitos. Agregue la harina de mandioca y trabaje hasta formar una masa integrando bien. Añada el queso rallado, el polvo de hornear, la sal y los huevos apenas batidos. Moje poco a poco con la leche y mezcle bien hasta obtener una masa lisa y homogénea. Cubra con film y deje reposar en la heladera unas horas. Tome pequeñas porciones de masa y dele forma de bollitos con la ayuda de las manos. Precaliente el horno y cocine unos 10 minutos aproximadamente. No deben quedar muy dorados, sino se secarán mucho y la harina de mandioca tomará gusto amargo.



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