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domingo,
30 de
abril de
2006 |
El derecho a conocer el origen
¿Cuándo naciste? No estoy segura. ¿Dónde? Tampoco lo sé. Tener que tramitar el DNI o la cédula y presentar la partida de nacimiento, mientras el empleado toma nota, pienso es todo una mentira! Y ante un chequeo médico tener que responder que ignoro mis antecedentes genéticos mientras agradezco al cielo tener buena salud, no puedo evitar pensar en mi hija, en todo lo que esto le afecta a ella también. ¿Se puede vivir así? No, se sobrevive. Al no tener una adopción legal, ningún expediente que consultar, mi vida es un signo de interrogación. ¿Se puede hacer algo al respecto? Sí, el Estado que en su momento no vigiló, no me protegió, ahora puede disponer el acceso a la información (libros de parto, Registro Civil, etcétera) y el ADN gratuito como lo establece la Constitución a todos los que buscamos nuestra verdadera identidad. Estas medidas son fundamentales para las búsquedas y poder llenar ese espacio en blanco en nuestras vidas. El Estado debe velar por los derechos de sus ciudadanos, y entre ellos están el derecho a la identidad y a conocer el origen. Los pactos y tratados internacionales lo obligan a actuar convirtiéndose en responsable si estos derechos no se cumplen. ¿Por qué algunos funcionarios nos quieren obligar a iniciar juicios filiatorios que sabemos no llegan a nada si se nos niegan los datos de los archivos? ¿O enfrentarnos a nuestra familia de crianza si la solución es mucho más sencilla? ¿Qué pasa señores legisladores que no toman este caso como una cuestión de Estado? ¿Por qué no se toman medidas a nivel nacional para facilitarnos las búsquedas y garantizar que no haya ninguna persona sin su verdadera identidad biológica?
Graciela Palma
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