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sábado,
29 de
abril de
2006 |
La seguridad
pública
Cualquier persona con algo de tino que lea habitualmente la sección Policiales de La Capital debería estar cuanto menos horrorizada. La cantidad de robos a mano armada generalmente perpetrados por jovenes y/o niños es alarmante, al igual que la cantidad de civiles y policías muertos o heridos por estos hechos. La respuesta de nuestros políticos ante esto es: policías mal pagos, mal entrenados, mal armados, amedrentados por leyes "progres" y desprotegidos (los honestos) porque no hay quién desde el poder político baje la línea de acción frente al delito. Designaciones en el área de seguridad, de funcionarios aficionados, soberbios o inútiles (affaire de Rossi y el remisero, Leyla Perazo recomendando cerrar bien las puertas de las casas, Zaffaroni diciendo que menores delincuentes hubo siempre) y descontrol ante el consumo y venta de drogas. Y el delito continúa creciendo y lo seguirá haciendo, porque es una decisión política del Estado. Según mi opinión, las políticas permisivas en el ámbito de la seguridad permiten paliar la situación de la marginalidad mediante el robo y producen una válvula de escape ante la explosiva situación social, y para el común de la ciudadanía sería un impuesto indirecto, una forma atroz y vil de redistribución de la riqueza. Para nuestros "gobiernos democráticos" es esta una forma de que esa violencia marginal delictiva no se transforme en violencia política. Lo triste de todo esto es que cuando un país pierde el control de la seguridad pública, cuesta mucho tiempo, esfuerzo y sangre volver a recuperarla.
Gustavo Calace
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