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sábado,
29 de
abril de
2006 |
La biblioteca
del Correo
No se imaginan el alegrón y a la vez la desazón que me provocó la lectura el sábado pasado en La Capital del artículo relacionado con la desaparición de la enorme biblioteca que poseía mi querido y siempre recordado Correo y Telégrafos (así se llamaba en mi época de oro que tuve la suerte de integrar esa inmensa y leal planta de empleados). No quiero extenderme en contarles los bellos y no tan bellos momentos que tuve la suerte de pasar luego de casi 44 años de antigüedad como empleado del Correo Central de Rosario, pero lo principal que quiero narrar es la penosa desaparición de la querida biblioteca. Gracias a ella mis hijas pudieron hacer el primario y luego el secundario, ya que siempre que necesité un libro, la biblioteca me lo proveyó, y si no lo tenía lo compraba. Es increíble que semejante cantidad de volúmenes haya desaparecido sin saber dónde fueron a recalar. En un tiempo los privatizadores que tomaron el querido Correo ubicaron la biblioteca en el segundo piso (mejor dicho arrojaron los libros); estuvieron allí sin que nadie los controlara y, como muy bien cuenta la nota, luego se esfumaron. Sería muy largo relatar cómo se desmantelaron piezas y materiales que nunca se podrán recuperar, y que bien podrían haber formado un gran museo del ex Correo y Telégrafos (todos estos aparatos eran de procedencia inglesa y tenían una chapita con la marca y el lugar de fabricación: Liverpool). Espero que algún dia se haga justicia y por lo menos aparezcan los que destrozaron este patrimonio.
José Nelson Lembo
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