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miércoles,
26 de
abril de
2006 |
El folclore
necesita
logros para
festejar
Sergio Faletto / La Capital
No es una crítica. Es una invitación a pensar juntos. A revisar. A recrear una realidad más acorde a la historia. A crecer, por qué no. A tratar de morigerar cierto fundamentalismo que atenta contra la inteligencia colectiva. Porque el folclore futbolístico fue siempre un culto al ingenio popular, pero cuando la confrontación retórica se hace recurrente, monotemática, previsible y chabacana se ingresa en un camino que deja al descubierto una realidad de escasos recursos, de pocos logros, a la que hay que transformar no con palabras y sí con hechos, pero no fuera de los clubes, sino adentro, allí donde se gesta ese presente.
Desde un tiempo a esta parte el debate futbolístico de la ciudad pasa por cuánto alienta uno u otro, por si se va antes o después de la cancha, por si viajan mil, dos mil o cien mil; por si uno dura más que el otro en un torneo continental, por si se tienen unos puntos más o menos que el rival histórico, por si hace frío o calor, por si se escucha o no se escucha.
La preocupación más común no es la trascendencia del problema propio, sino la difusión del problema ajeno. Es como si el inconsciente colectivo funcionara con una ilógica muy particular: no importa que se
sepa que me engañan, lo que sí importa es que se sepa que mi vecino es engañado. Paradójico que el interés común pase por conocer la similitud cuando lo que más se pregona es la diferencia.
Mirar para adentro no es tarea sencilla, para ninguno, incluso para la prensa. Formular autocrítica es una labor que requiere coraje y determinación para corregir y mejorar. Los dirigentes, jugadores, técnicos y árbitros deben practicarla. Asimismo los periodistas. Pero también deberían hacerlo muchos hinchas. Replantearse si los debates existentes los ayudan a ser mejores hinchas. Y preguntarse si no sería mejor un folclore construido por logros reales en el campo de juego. Allí donde lo que se logra, distingue. Destaca. Los hace mejores. Superiores. Porque en definitiva el folclore del fútbol se nutre de fútbol.
El orgullo de pertenecer a un profundo sentimiento compartido no está en discusión. Los unos y los otros son idénticos en intensidad. Con sus propias virtudes y defectos. Con una historia compartida en un suelo conjunto. Un contexto que los asemeja y los diferencia a la vez.
Pero la trayectoria y la pasión exige otro presente. Necesita un futuro mejor. Con protagonismo y conquistas reales en las diferentes competencias. Porque ya no
alcanza con participar. Hay que
ganar para festejar. Eso es lo que deben exigir. Para que el folclore comience a construirse con cimientos futbolísticos más concretos y no tan relativos. Tan concreto como el acompañamiento de esta ciudad con dos pueblos, el que ya quedó debidamente demostrado más allá de las estériles polémicas.
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