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miércoles,
29 de
marzo de
2006 |
Viajeros del tiempo
¿Y la beneficencia? El producto líquido de la lotería de beneficencia que se juega en Buenos Aires debiera ser repartido mensualmente entre los distintos establecimientos caritativos de la república y según las necesidades. Sin embargo, suelen pasar hasta seis meses sin que ese aporte se realice. De este modo los hospitales, asilos y otras instituciones similares se ven afectados, y alguien debe estar haciendo negocio sacándole intereses a esa plata. ¿Dónde está entonces la beneficencia?
Dos tipos con mala puntería. El pueblo bonaerense de General Paz fue escenario de una tragedia provocada por una mujer que quiso burlarse del honor y dignidad de su esposo. Andrés Tancredi, un hombre honrado y trabajador, había formado con su mujer, Antonia Crespo, un hogar que era un paraíso de felicidades. Sin embargo hace unos días Tancredi comenzó a sospechar que su mujer no lo amaba y que se consolaba en brazos de otro. El desventurado marido sufría en silencio y para salir de dudas inventó un viaje de varios días. Se despidió de su esposa y ella lo saludó cariñosamente con una sonrisa, pero cuando apareció la cabellera de sombras de la noche, Tancredi se bajó del tren y cruzando campos y pantanos regresó a su casa sigilosamente. Allí sorprendió in fraganti en la cama a su esposa con el joven Agustín Alerta y en pleno idilio amoroso. Antonia, asustada, lanzó un grito y pretendió huir, pero su marido se lo impidió. Alerta sacó entonces un revólver que, haciendo honor a su apellido, tenía escondido abajo de la almohada e intimó a Tancredi para que dejara salir a la mujer. Pero el esposo sacó a su vez rápidamente un revólver y ambos se descargaron los tambores. Instantes después comprobaron incrédulos que estaban ilesos, menos la mujer, que recibió un balazo en el pecho y murió enseguida. Marido y amante fueron arrestados por la policía y al cadáver de la Antonia se le dio sepultura.
Mejor un chopp. Anteayer el señor Claudio Avechuco recibió una carta de su amigo Juan J. Garay en donde le anunciaba su intención de suicidarse. Avechuco entregó la nota a la comisaría 2a, cuyos agentes salieron de inmediato a buscar al presunto suicida. Garay fue hallado poco después en el Café del Puerto frente a un chopp doble. Entregó a los agentes una enorme pistola de los tiempos de María Castaña que extrajo de entre sus ropas y accedió a ser conducido a la seccional de policía. Allí ratificó su intensión de suicidarse, pero sus palabras incoherentes demostraron que tenía las facultades mentales alteradas, por lo que fue remitido al Hospicio de las Mercedes de Buenos Aires.
La bestia humana. Domingo Barraventano, domiciliado en Laprida 1030, se acostó ayer por la tarde a dormir la siesta cuando fue despertado por los niños Juan y Juana Juranucho, cuyos padres viven en la misma casa pero se encontraban ausentes. El dormilón retó a los muchachos pero estos, luego de un rato, volvieron a sus juegos y a sus gritos. Barraventano se levantó entonces furioso y se armó de un bastón con el que no tuvo mejor idea que ensañarse sobre los pobres niños hasta dejarlos exánimes en el patio. Intervino la comisaría 3a.
Investigación y realización Guillermo Zinni.
Ver La Capital de 1901 y 1902.
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