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 domingo, 19 de febrero de 2006  
Para beber: el sexo hace la diferencia

Gabriela Gasparini

La Universidad de Granada dio a conocer un estudio, realizado por un grupo de investigadores de la institución, relacionado con el consumo de alcohol y los resultados de los controles de alcoholemia. Qué tema urticante para los rosarinos.

Cuando leí la nota me acordé de una conversación que surgió justamente en una cata de vinos, donde uno de los participantes comentaba que los dueños de los restaurantes estaban enojados por la merma de visitantes de las localidades cercanas debido a los frecuentes controles. Yo tengo como política dejar el auto en mi casa cuando voy a una presentación o a una degustación de vinos, porque allí una se entusiasma probando más de la cuenta, y creo que en esos casos lo mejor es manejarse en taxi. O quizás deberíamos implementar un sistema como el que me contó un antiguo vecino que hoy reside en una pequeña localidad suiza. Allí existe una entidad llamada Narices Coloradas, a la que los propietarios de los locales recurren cuando algún parroquiano se pasó de copas. Los integrantes de la agrupación se ocupan de devolver sano y salvo al bebedor a su casa, salvaguardando de esa manera la vida de todos. Estamos lejos pero sería bueno.

Qué es lo que dice el estudio mencionado. En principio, que la ingesta de tres copas de vino junto a alimentos por parte de varones sanos, no genera un nivel de alcohol en sangre que vuelva peligrosa la conducción. En tanto, en las mujeres, la misma cantidad sí puede ser un factor de riesgo en la mayoría de los casos. El trabajo hace hincapié no sólo en la cantidad de alcohol y en la diferencia de sexos, sino también en el tiempo transcurrido desde el último consumo y en el tamaño de la persona.

Si bien la legislación tiene variantes en cuanto a cantidades permitidas (en España es de 0,25 mg de etanol por litro, y aquí es de 0,50 mg/l), hay conclusiones que pueden resultar útiles.

En el trabajo realizado en el Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología de la Universidad de Granada, participaron 119 voluntarios que ingirieron junto con alimentos tres copas de vino de 9 cl. cada una, y se sometieron a intervalos regulares a la prueba del etilómetro.

Los tests demostraron que el etanol en estas dosis es absorbido con cierta celeridad, con picos de concentración que se daban entre los 15 y los 30 minutos posteriores a la última ingestión, y a partir de ese momento, disminuye paulatinamente. También fue notable una menor capacidad para metabolizarlo por parte de las mujeres y de las personas con una masa corpórea inferior. Con la misma cantidad los hombres no corren un riesgo significativo de superar la etanolemia prohibida por las normas, en tanto que las mujeres sí, y entre ellas, un alto porcentaje alcanzó o sobrepasó los límites legales.

Al igual que aquí, los jóvenes declararon un consumo mayor de bebidas alcohólicas durante los fines de semana, días en los que toman hasta cinco veces más.

La ingesta de las tres copas con comida hizo que algo más de la mitad de los consultados tuviera en algún momento una sensación de mareo. El porcentaje fue el doble para mujeres que para hombres. Aunque sólo el 20% declaró que le impidiera conducir.

Además del tiempo y el género, la otra variable resulta la masa corporal de cada individuo (IMC). Cuanto mayor es el IMC, menor es la concentración de etanol en el aire espirado, con independencia de los otros factores. Una persona con bajo IMC tiene una posibilidad entre ocho o nueve veces más alta de superar el límite establecido.

No es mi intención entrar en debates sobre la forma en la que aquí se llevan a cabo los controles, pero creo que son ilustrativas las distintas variables que inciden para que alguien tenga esa sensación de mareo y no tener el control total de sus sentidos y habilidades a la hora de sentarse frente al volante.

La única vez que me pararon eran las 5.30 de la mañana y yo había ido a buscar a mi hijo a una fiesta. Una amable señorita me pidió el carnet y la tarjeta verde, y luego de comprobar que todo estaba en orden me miró y con una sonrisa me dijo: "Usted se acaba de levantar, no es cierto? ", y yo, que juro que no estaba en camisón, asentí pensando que de la única manera en que me hubieran podido llevar el auto al corralón es si también existieran límites para el consumo de mi otra gran pasión, el café.

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