El viaje del lector: un pueblo de película

H ace un tiempo me tocó trabajar en la ciudad de Monterrey, México. Y como en todo viaje de negocios siempre hay un momento para explorar lugares desconocidos. Por eso partimos hacia Real De Catorce, a ese pueblo de película que en todo el país es conocido por el peyote, un cactus "alucinógeno" prohibido y perseguido por miles de extranjeros que llegan con el ánimo de probarlo; y porque allí fue filmada la película "La mexicana", protagonizada por Brad Pitt y Julia Roberts.

El pueblo es una mezcla de mito y misterio y hay que cruzar un extenso paisaje árido y rocoso desde Monterrey para llegar a este lugar escondido en las montañas. Un largo y oscuro túnel nos comunica con la entrada del pueblo y parece abrir la puerta a otro tiempo.

Casas bajas, calles angostas, cantinas, mexicanos con sombrero paseando en caballo, y extranjeros, muchos extranjeros en plan de turismo exótico o decididos a patear el tablero, dar un nuevo sentido a su vida y quedarse a vivir en aquel sitio alejado del mundo. Alemanes, holandeses, ingleses, españoles y hasta argentinos nos encontramos en nuestra recorrida por las tiendecitas y hosterías.

Apenas entramos al pueblo un guía nos ofreció su servicio y se quedó para hacernos vivir todas las experiencias posibles es Real de Catorce. La primera fue una larga cabalgata a la cumbre de un cerro, conocido por ser un lugar energético, frecuentado por grupos de personas que en medio de la ingesta de bebidas blancas y peyote dicen tener vivencias trascendentales, tal como lo demuestran las huellas de fuego y piedras colocadas con una rara disposición sobre la tierra, como revelara mensajes.

El paisaje durante el paseo merece un comentario aparte, más allá de que el frío debido a la altura y la certeza de toparse con alguna serpiente cascabel le aporten adrenalina

La presencia de Brad Pitt y Julia Roberts quedó marcada en la historia del pueblo. No hay casa, cantina, hostería o bar que no exhiba una foto de los actores.

La riña de gallos es algo usual en todo México y todo un evento en Real de Catorce. La preparación para ese día es un verdadero rito. Nuestro guía se acicaló con pantalones blancos, camisa, sombrero, botas, un cinto de cuero labrado y una hebilla que ostentaba un gallo de riña. Con su gallo bajo el brazo nos acompañó a una especie de teatro romano en ruinas y nos instalamos en las escalinatas. Luego de presenciar toda la preparación del animal, me retiré con desagrado de aquel lugar. No es difícil de imaginar cómo termina la historia con los pobres gallos.

De Real de Catorce me queda la sensación de haber estado en un lugar inaccesible para muchos, que encierra mitos y sorpresas para sus visitantes y que constituye una excelente opción para los buscadores de tesoros turísticos.

Celina Ruiz

México como en otros tiempos.