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sábado,
17 de
diciembre de
2005 |
Reflexiones
El cambalache político
Julio C. Debernardi (*)
A propósito de los últimos acontecimientos políticos en torno a la asunción de los cargos electivos para diputados nacionales, pareciera que a algunos de los involucrados cualquier colectivo los deja bien, como si un cargo legislativo con mandato de la voluntad popular se pudiera cambiar porque se les ocurre, con pasaporte para viajar libremente al lugar que más les guste y cuando les plazca.
Este mamarracho, como podría calificarse un episodio consentido por quien está a cargo del Poder Ejecutivo Nacional, ha convertido a la ciudadanía en mera espectadora de una puesta en escena con personajes que se asemejan más al estilo fellinesco que a la seriedad que deben tener quienes ostentan el honor, la gracia y el deber de ser fieles representantes del pueblo que los eligió.
Han perdido el pudor, la vergüenza y los comportamientos éticos que se exigen como premisa a los hombres públicos, cuando son quienes deben dar el ejemplo en una Argentina salpicada desde hace tiempo por la falta de seriedad institucional y de seguridades jurídicas.
Lo que ha ocurrido con los diputados electos, el tránsfuga Eduardo Borocotó y el dubitativo, inseguro y acomodaticio Rafael Bielsa, demuestra entre otras cosas que ser un afamado y mediático médico pediatra no es garantía para ser un hombre público en el más estricto sentido de la palabra y, en el caso del ex canciller, deja en evidencia en manos de quién ha estado una de las carteras más importantes de la Nación, cuya función es nada más y nada menos que la de las relaciones internacionales, donde se supone que su titular debe ser un hombre firme en sus convicciones para no borrar con el codo lo que firmó con la mano.
Me pregunto cuáles eran las propuestas de campaña que convencieron a una parte de la ciudadanía que los votó. ¿Acaso no merecerían ambos el repudio de sus pares y del pueblo por estos comportamientos que confunden a todos y, lo que es peor, contribuyen a un mayor descrédito de la clase política y de las instituciones democráticas?
Debería diferenciarse a quienes con seriedad y responsabilidad cumplen con el compromiso asumido, y a quienes hacen de la vocación de servicio un estilo de vida, porque en la Argentina de hoy más que nunca debe haber premios y castigos. Debemos castigar a quienes como en este caso contribuyen a pulverizar la confianza que debe existir entre gobernantes y gobernados, entre representantes y representados.
¿A quién representan Borocotó y Bielsa? A ninguno de los ciudadanos que los votó. Estos políticos inventados han sido marionetas al servicio del poder de turno, pero quedó demostrado que para ser un hombre público hay que actuar con coherencia, seriedad, responsabilidad y vocación de servicio, y por encima de los padrinos políticos que los ungieron casi sacados de una galera mágica, como si la política fuera un juego de prestidigitadores e ilusionistas que pueden faltar el respeto a una ciudadanía ávida de comportamientos adultos de parte de sus representantes.
No permitamos que este cambalache político supere a la seriedad republicana, tan necesaria en nuestro país para ser respetado como tal.
(*) Dirigente del Partido Demócrata Progresista.
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