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sábado,
17 de
diciembre de
2005 |
Cuentos para confiar en la escuela
Alumnos de 5º año de la EGB de la Escuela Nº1090 Domingo Matheu produjeron sus propios libros
Se pelean por leer en voz alta sus cuentos, dicen que están orgullosos por "tener su propio libro" y agradecen a su maestra por tanta paciencia. Sentados en ronda, los chicos de 5º año de la EGB de la Escuela Nº1090 Domingo Matheu relatan una experiencia donde la escritura se volvió una herramienta clave para expresar sus pensamientos y vivencias diarias.
La idea surgió del mismo objetivo que plantea la enseñanza de la lengua en la escuela: afianzar la comunicación. Pero, para la maestra del curso, Tamara Carrasco, el desafío fue mayor: "Partir de lo que cada niño trae", algo en lo que juegan -dice- "el respeto por las diferencias culturales y lingüísticas".
Y para eso amplió una propuesta iniciada el año anterior con el mismo grupo de alumnos: de escribir cuentos en la carpeta de clases, pasaron a recopilar sus nuevas historias en un libro propio. Claro que para eso, la maestra Tamara tenía además una fuerte convicción: "No importa la realidad en la que se trabaje, lo importante es creer que los alumnos pueden hacerlo". Algo así como hacer valer un derecho esencial de los niños.
Entre los más entusiastas por contar están Pablo Roldán, Leonardo Ojeda, Ramón Leguizamón, Gustavo Zapata y Lucas García, todos de 11 años. "Primero empezamos a imaginar, en eso nos ayudó la seño, luego escribimos un montón de borradores que corregimos hasta llegar al cuento final", coinciden al resumir el proceso que los involucró como escritores.
En realidad, los cuentos sirvieron "para aprender a decirlo mejor", "a decir lo que pienso, sin que me tachen lo que no le gusta a la maestra", pero sobre todo para sentirse "orgulloso", según dicen una y otra vez los chicos.
Tamara no trabajó sola. Un libro necesita presentación, colores, una tapa y diseños atractivos para que dé placer su lectura. En eso trabajó la profesora de tecnología, Cecilia González, que desde el inicio les enseñó a los chicos las distintas técnicas para hacer ingeniosas ilustraciones con todo tipo de collages.
Micaela Larrosa es la primera en leer en voz alta uno de sus cuentos. Elige uno de terror, donde se mezclan historias de lobizones, cabañas misteriosas y niños perdidos. La historia mantiene el suspenso. Enseguida se suman a leer Lourdes Godoy y Sonia Segovia. Esta vez la lectura se centra en la historia de Pocho Leprati, recreada en una novela biográfica sobre la vida del luchador social, asesinado por la policía en diciembre de 2001. La llamaron "El hombre solidario".
Para el barrio de la Escuela Nº 1090 -de Buenos Aires al 6300- lo ocurrido con Pocho Leprati no es un hecho lejano. "Nos interesó hacer saber qué pasó", dicen las lectoras. En su libro, Sonia también incluyó otras producciones como "Charla entre un árbol, una roca y una nube", una historia de amor que tituló "Belinda".
Su compañero Leonardo Ojeda diseñó una tapa móvil, donde un Ovni simula volar. De los cuentos e historietas que escribió tiene una preferida: "El niño misterioso y su piedra mágica". Ayelén Gómez eligió fantasmitas para presentar sus poesías, descripciones y diálogos a la hora de escribir.
"Jairo escribe muy bien. Es muy inteligente, pero es una pena que no siempre pueda venir a la escuela, porque tenga que trabajar", dicen los compañeros del nene de 13 años (ver Yo Opino), que trabaja en la calle, juntando basura. Con el cuento que relata la historia de "La ballena y su amiga Jazmín", Jairo diseñó con paciencia la bella tapa de su libro.
El día de la entrevista con los alumnos de la Escuela Nº1.090, Jairo no estaba presente. Fueron sus compañeros lo que tomaron sus cuentos y propusieron leerlos en voz alta.
El profesor en docencia universitaria, de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), Ramón Fica, que siguió de cerca la experiencia de la Escuela Nº1090, escribió en el prólogo de cada libro: "Vengo de un lugar parecido al de ustedes, sembrado de angustias, dolor y alegrías. Pero también con mucha esperanza en la vida y confianza en la posibilidad de construir la utopía. Más que una esperanza es la confianza que me dieron mis maestros, mis profesores".
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"Estamos orgullosos de lo que hicimos", dicen los chicos con sus libros en alto.
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