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jueves,
15 de
diciembre de
2005 |
Editorial
Preservar nuestra infancia
El informe denominado "Estado mundial de la infancia 2006" que acaba de difundir Unicef no resulta muy alentador. Es que pese a que consigna que ha crecido la mortalidad infantil, indica que casi 5 millones de argentinos menores de 18 años están en alto riesgo de volverse "invisibles" para el sistema de salud si no se adoptan las medidas necesarias para mejorar el acceso a los servicios de asistencia primaria entre la población más vulnerable.
Cuando el informe se refiere al macabro término "invisibles", sostiene que muchos niños no son tenidos en cuenta y al explicar el uso de "exclusión" refiere que están con una carencia total de acceso a servicios básicos que garanticen su supervivencia.
Basta tener en cuenta que de los más de doce millones de chicos y adolescentes del país, unos tres millones y medio están en situación de pobreza en los centros urbanos. Peor aún, casi un millón y medio están en situación de indigencia. A esto se suman un 8% de recién nacidos con bajo peso y un 12% menor de 6 años es de baja talla moderada y grave.
El dramatismo del cuadro a nivel mundial tampoco deja dudas de la severa urgencia de la situación descripta: alrededor de 15 millones de chicos en el mundo han perdido a uno o ambos padres debido al HIV/sida y cerca de 1.800 menores de 15 años contraen cada día el virus. El otro azote citado que para Unicef no pasó desapercibido es que en la Argentina cerca del 10% de los chicos sufre alguna discapacidad que no es cubierta o contemplada por las obras sociales. Tanto o más serio aún, la propia sociedad carece de posibilidades de insertarlos y ofrecerles posibilidades laborales.
Si bien no se trata de observar la realidad con pesimismo, es importante que las autoridades a todo nivel tomen conciencia y se preocupen. Y por sobre todo que sean capaces de crear políticas públicas superadoras para permitan avanzar por sobre este cuadro. Porque si bien funcionan organizaciones e instituciones capaces de ofrecer su solidaridad de manera efectiva, es el Estado el responsable número uno. Hay gente que sufre y padece. Y mirar hacia otro lado o reaccionar con lentitud podría significar el suicidio como Nación.
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