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 viernes, 28 de octubre de 2005  
Reflexiones
Postales posmodernas

Germán Risemberg

La vida posmoderna nos sumerge en su maraña de tiempo volátil y difuminación del espacio. El tiempo se hiperacelera. Transitamos a puro vértigo, al rapsódico ritmo del zapping y los clips. Todo se conjuga en presente instantáneo. El espacio se abre. Sin los muros que sectorizaban áreas que hoy se intersectan. Todo es mix, amalgama, mezcolanza.

El tiempo vuela. Hay que hacerlo todo rápido: comer, beber, amar. El tiempo es mercancía, y de alto valor por ser escasa. Por tanto, debemos aprovecharlo: chatear con Jennifer y con Juan, con Brian y con María, bajar música celta y el tema inédito de Los Beatles, y ese artículo de economía del diario del sábado. Todo al unísono, en simultáneo.

El espacio derriba sus compartimentos. Zona de tránsito libre. Todo acopla con todo: ropa, vivienda, tiempo libre. Las invasiones bárbaras. Distintos ámbitos se interpenetran. Amor sin barreras, ni de entrada ni de salida. Comprar el pan y ahí mismo tomarme un helado. Cargar nafta y comprar los fasos. Subirme al frenesí de un dancing mientras aguardo para cortarme el pelo. Y a la noche, chatarra con una ensaladita. Y un par de buenas pelis: Novecento I y Matrix II.

El tiempo se comprime. Lo trino se hace uno: presente, presente y presente. El pasado es nostalgia. El futuro dentro de un rato. El hombre nuevo se toma un trago y alegre y relajado se aleja flotando por la vida. Licenciado en cuatro años, aviador en unos meses, financista en ocho clases. Todo lo líquido se evapora en el aire.

Lo público se privatiza y lo privado es para quienquiera que lo mire por TV. El espacio es reality-S.A. Ballet en la Bombonera: Boca en la Boca. Rockero en el Colón, y en la cancha de Colón. Se trata de ver si hay física y química: si combino esto con lo otro, ¿qué me da? ¡Probemos! Un americano en París, an Englishman in New York, o un rosarino en Budapest.

¡Todo va mejor donde quiera que estés! El tiempo es enseguida, ahora, ya. ¿Para cuándo termina el informe? ¿Cuánto falta para que me envíen la pizza? El espacio es ahí a la vuelta, muy cerca, acá. En el shopping almuerzo, paseo y hago las compras. En la pantalla, París o Milán a mi alcance. Siempre. En todo momento y en todo lugar. AM/PM 24 horas. Rápido y próximo. Para poder continuar bebiendo la vida de un sorbo.

El hombre posmoderno no sabe de esperas. El principio del placer lo presiona. No es que haya perdido sus ideales, sino que éstos ya no consisten en los proyectos colectivos de antaño. El reloj nuevo o el equipo de audio sofisticado ocupan el lugar del mundo mejor.

Domina el cambio constante. El fuego de Heráclito. No vemos pasar el mismo río dos veces, ni tampoco el último modelo que acaba de cruzar el semáforo. Cambia, todo cambia. Siendo sido. Verdades científicas por ahora y según qué doctrina. Principios éticos depende de cuándo y dónde. Reglas estéticas a la carta, al gusto de cada paladar. El Cinema Paradiso reabre sus puertas, con sonido digital, butacas reclinables y pop con libre para las diez primeras entradas. Sharon Sliver voyeurea y voyeurea, desde la ventana indiscreta, desde el ojo electrónico, en el unipiso de L.A. Carlitos se afeita el bigote y cobra por hora spots publicitarios. Tiempos posmodernos. Al "Luna de Avellaneda" lo convirtieron en casino. ¿Qué se puede hacer salvo ver películas? Habrá que abrir otro club, entonces. Y otro. Y otro...

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