Año CXXXVIII Nº 48910
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Escenario
Señales
Turismo
Mujer
Economía


suplementos
ediciones anteriores
Educación 22/10
La otra mirada 22/10
Salud 19/10
Turismo 16/10
Mujer 16/10
Economía 16/10
Señales 16/10

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 23 de octubre de 2005  
Primera persona- Mauricio Rosencof
"No llegamos a ningún lado: estamos en el camino"
El ex dirigente tupamaro y ahora secretario de cultura de la intendencia de Montevideo presenta en Argentina su última novela, "El enviado del fuego"

Rodolfo Montes / La Capital

Mauricio Rosencof pasea por Buenos Aires su frondosa biografía de periodista, escritor y militante político. Se lo ve suelto, disfrutando de su última novela, "El enviado del fuego". A los 72 años, puede mostrar agilidad corporal e intelectual. La necesita, al cabo es un hombre ocupado y lanzado, además, en las tareas de secretario de Cultura en la intendencia de Montevideo.

Fue parte de la mítica dirigencia uruguaya del Movimiento Nacional de Liberación (Tupamaros) y estuvo preso trece años. Pasó la mayor parte de ese período en una celda de 2 metros por uno, una especie de cueva, bajo nivel de la tierra. Le quedaron las marcas que no oculta, pero salvó la vida, su cultura, sus proyectos y la voluntad por hacer y mirar hacia delante. Tiene escritas obras teatrales, crónicas, libros de relatos, cuentos para chicos y novelas como "El Bataraz" y "Las cartas que no llegaron". Y un libro autobiográfico, en coautoría con otro famoso sobreviviente de la guerrilla tupamara, Eleuterio Fernández Huidobro: "Memorias del calabozo".

En exclusiva con Señales, Rosencof habla de sus dos pasiones, la literatura y la política. A propósito, advierte, "no llegamos a ninguna parte", y desaconseja vivir el triunfo del frenteamplista Tabaré Vázquez con euforia. "Toda la vida trabajé en política, y toda la vida escribí literatura. Así que estoy acostumbrado a compartir actividades", explica.

El trabajo en cultura para la intendencia de Montevideo -dice- "intenta ser creativo, y para eso estoy rodeado de intelectuales, y gente de armas tomar. Digo, unos tomaron Pando, otros Managua. Somos lo que somos". Respecto de su misión en cultura, señala: "Tenemos energía y ganas de crear cultivos en los lugares de pobreza. Cultura es también, y quizá sobre todo, cultivar, crear los alimentos". Rosencof, el político, define: "La idea es que no venimos a discutir ni a dar discursos, sino a realizar. Si falta dinero o no, veremos. Siempre falta dinero para la política cultural, pero hay que trabajar para obtenerlo".

-¿Llegar al poder político en Uruguay fue concretar un sueño?

-Mira, para serte franco, lo más importante es haber llegado a este momento de mi vida. Y punto (risas). En verdad, la idea de "llegar a una meta" -tomar el poder político del país con el Frente Amplio- no la vemos así. Esto no es una maratón, y no llegamos a ningún lado. Yo estoy en el camino, y ahí hay de todo. Desvíos, rutas que se rompen, bombardeos, te meten en cana 13 años, te dan un cargo en el gobierno, todo es parte del camino.

-Pero ahora el camino se facilitó.

-Digo, tenemos esta administración, y lo celebramos. Pero dentro de cinco años no sé si la tendremos. Lo que sí es seguro, es que nosotros vamos a seguir en el camino. Somos herederos de José Artigas y de los primeros cristianos, que eran marxistas (risas), y de ahí no nos movemos. Es cierto que con Tabaré tenemos una posibilidad para potenciar nuestra capacidades de construir una sociedad más justa. Es un territorio donde nunca hemos labrado y veremos qué plantaciones somos capaces de fructificar. Hay que planteárselo con mucha humildad. El desafío es la desocupación, la pobreza. Nuestro buque insignia programático es concretar un Ministerio que cubra la parte alimenticia a los más afectados, a cambio de una tarea social.

-"El enviado del fuego" es una novela de alucinados que logran comunicar cercanía y ternura. ¿Encontró el tono que buscaba en el relato?

-Si quedaran grabadas todas las cosas que pasan por nuestra cabeza, a lo largo de un día, se comprobaría que son incoherencias. Pensaste en tu mujer, en algo que leíste, en lo que se te ocurrió, en algunas fantasías. Ese conjunto de cosas tiene una unidad al cabo del día, es tu vida. Con los locos pasa lo mismo. Además, pasa algo curioso, si uno se atiene a las razones de los locos, que suelen ser muy coherentes, resulta que los límites entre la cordura y la locura, no son muy coherentes. Entonces, ¿quién está loco?

-En su novela Chaplin es el nuevo enviado a la tierra. ¿Es un homenaje?

-La Biblia, el texto que le atribuyen al creador, es tremendista. Y nosotros venimos de esa cultura. Si una cultura no le quedó bien, la diluvia. Y si unos muchachos se portan mal, les liquida el pueblo. Es una barbaridad. En la novela el creador se da cuenta que su libro no tiene ternura, ni humor ni optimismo. Entonces dice: "tengo que mandar a otro", y envía a Chaplin. Hay un texto de Chaplin, el discurso final en la película "El Gran Dictador", que por su belleza, ternura y humanidad debería estar en los Evangelios. Es contar una historia a partir de una historia de amor. Es lo que le pasa a Fosforito -un Chaplin- con la Chola.

-Las voces se superponen en curiosa polifonía. ¿Fue deliberado plantearlo así?

-Los pensamientos de un individuo están llenos de voces. Pensás en diálogos, discursos, declaraciones de amor. Aquí el personaje crea un manicomio para estar en él. Y al final no quiere salir, porque no ve diferencia entre el afuera y el adentro. El personaje silba para adentro, "canto tango, y tengo orquesta típica", dice. Y la Chola, su enamorada, "tiene adentro una sinfónica". Ahí están todas las voces.

-¿Cuánto tiene de autobiográfica esta novela para usted?

-En todo lo que escribimos está presente la historia de uno. En este caso no se trata de testimonios carcelarios, pero no puedo obviar mi peripecia de trece años, donde pretendieron volvernos locos, y en algunos casos lo lograron. En "El barrio era una fiesta" -un último trabajo presentado en Montevideo- tampoco el tema es el carcelario, sin embargo de alguna manera está presente.

-También están presentes muchos detalles descriptivos de lo cotidiano, aun incluidos en una trama de ficción pura.

-Es la historia de Fosforito, que le pasó lo de Chaplin, que anda abatido por la calles de Broadway, ve un cartel donde se pide un doble de Chaplin, entonces entra y se presenta. Pero no lo toman. Así se va pensando que ya no sirve ni de doble de sí mismo. Pasó algo similar con el final del circo, cuando va a buscar a su enamorada y ya no está el circo, ni la enamorada. Quedó la huella del circo y el campo vacío.

-Pero no desfallece.

-Claro, habla con su "papá" y le dice: "uno solo no puede encarar todo esto, tenemos que ser más". Y el viejo le dice, "creced y multiplicaos". Y aparece la Chola, a quien conoció en el barrio. Con 15 años caminaba descalza por el campito, sin pisarlo, flotaba. En primavera las golondrinas anidaban en su pelo, y ella dormía sentada para no alborotarlas. Luego, cuando caminaba, lo hacía con los pájaros volados ya nacidos de los nidos. Y nacían rosas a sus pasos. De tal manera que inunda todos los territorios de rosas, hasta que le piden que dé claveles y ya no más rosas, porque se saturó el mercado.

-Y ella no puede.

-Claro, dice: "sólo sé dar rosas, no sé dar claveles". Se me ocurre la imagen del Principito cuando dice que a un general se le puede pedir que gane una batalla pero no que vuele como una mariposa. Al cabo, Chola queda en estado de impasse, intervienen los médicos y diagnostican que está catatónica. Así inicia la relación con Fosforito que le habla, le cuenta, y que advierte que ella la escucha.

-¿Cómo fue que eligió el fuego, en un sentido inspirador?

-Es que al hombre no se le ocurren cuentos, los cuentos salen del fogón, la literatura nace en las cavernas, de ahí venimos. Nosotros no tenemos neuronas que crean cosas, diría que tenemos antenitas que captan lo que emana el fogón. Siempre digo, el cuento que se cuenta por primera vez, ¿dónde estaba?, ¿Estaba en uno? ¿Entonces por qué no lo contaste antes? En torno al fuego están las historias. El fuego es el único cultivo que no se repite. Viste que las llamas son cómo pétalos, con formas extrañas, pero siempre distintas unas con otras.

-En su novela, al fuego le agrega la virtud de preservar lo que pasó.

-Es que la historia no se hace humo, el humo va para algún sitio. Si los gases tóxicos pueden destruir la capa de ozono, los pensamientos, las ideas, la biblioteca de Alejandría -que se quemó-, el nazismo y las dictaduras de aquí y de allá, por más fuego que le pongas, no desaparecieron.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Rosencof pasó trece años preso en el Uruguay de los militares.

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados