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domingo,
23 de
octubre de
2005 |
La historia de Francisca
A unos cien metros del centro urbano de Suripujio se levantan las casitas de adobe con techos de cardón y paja (pocas veces reemplazado por chapas) que conforman la zona rural. Cada vivienda posee su pequeño panel solar que llega a alimentar a una radio o un televisor blanco y negro.
Los pobladores tienen también su terreno para el cultivo, un corral de pirca donde se protege al rebaño de pumas y zorros. Si están cerca del lecho de la vertiente cuentan con un pozo con agua turbia que se usa como aljibe, si no caminan con baldes a recogerla. Así viven Marcos Cruz, el más viejo, con sus 90 años; el más chico, Ronaldo Calisaya, de 8 meses, y Francisca Martínez, la que más veces fue madre en Suripujio.
Francisca tiene 33 años y nueve hijos que van de los 17 a los 3 años. Es coqueta, lleva las uñas pintadas, muchas pulseras y anillos y se viste con las típicas ropas de la Puna: pollera ancha, pañuelo sobre el pelo y sombrero negro; medias gruesas, más de una blusa y una campera de lana de furioso turquesa.
Si bien hace de todo en su casa, entre sus quehaceres más comunes no están baldear, planchar, ni poner el lavarropas, sino llevar el ganado a pastar.
"Mando a los chicos a la escuela y a eso de las 9 boto las llamas al campo", cuenta Francisca. Una hora más tarde regresará, limpiará y lavará la ropa a mano con la poca agua turbia que juntará de su pozo, en baldes y palanganas. Del mismo lugar sacará el agua para higienizarse, ella y su familia, y cocinar.
Muestra su casa. Dos habitaciones que funcionan como dormitorios. En una de ellas, el infaltable altar para los misachicos (santitos). Allí, por la noche se tiran al piso cueros y colchones que se enrollan por la mañana para hacer lugar a un comedor.
La cocina está en otro cuarto, completamente ennegrecido por las brasas. Y en medio de todos esos espacios, el patio, donde caminan por igual perros, gatos, gallinas y ovejas; se apoya una bicicleta y se esparcen baldes, tachos y palanganas. Todo completamente limpio y ordenado, con muy poca agua.
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