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domingo,
23 de
octubre de
2005 |
Indagaciones
Hablar sobre lo que no se habla
La autora de "Los suicidios del fin del mundo"detalla como fue el proceso que la llevó a escribir el libro y porque eligió la crónica como género
Quizás porque nació en Junín (provincia de Buenos Aires), quizá porque sintió intriga, o tuvo ese aroma que a veces asoma en una redacción llamado intuición; lo cierto es que la periodista Leila Guerriero partió un día a Las Heras (Santa Cruz) con un par de contactos con colegas y la presunción de que tras aquella gacetilla que había llegado a sus manos se escondía una historia para contar. Una ola de suicidios protagonizada por jóvenes había llegado hasta la Unicef, que enviaría técnicos a esa ciudad para aplicar un programa diseñado en Harvard. "Qué raro", quizás pensó.
Esa intuición tiene hoy formato de libro y se llama "Los suicidios del fin del mundo" (Tusquets) y, como ella presentía, cuenta una historia. Y la cuenta de tal modo que es imposible no pensar en la crónica como herramienta principal de ese relato. Un relato que es la mirada de un extranjero (así ella se presenta por momentos), que impone una cierta distancia para poder acercarse de lleno a esa comunidad que sufre la eterna pesadilla del petróleo, por los bienes y los males. O el látigo inclemente de ese viento o los por entonces piquetes que la aislaban aún en más en ese sur, contracara de este norte.
Allí, en Las Heras una veintena de jóvenes (sus edades varían entre la pubertad y la primera juventud) se mataron. Y se siguen matando, suicidando. Guerriero continúa el registro, "ya son 27", una lista que casi nadie se anima a mirar.
Por eso ella viajó, por las suyas, y se dedicó a mirar y a escuchar para escribir, eso, para escribir.
-¿Cómo llega hasta vos el caso Las Heras?
-Por una gacetilla, tres años atrás, donde se decía que un grupo de gente iría a capacitar maestros y chicos con un plan que había implementado la Universidad de Harvard (EEUU). El lugar era Las Heras, donde se habían registrado 22 suicidios. Me llamó la atención que les interesara en principio un lugar del que yo no había escuchado hablar nunca en la Patagonia, para aplicar una cosa así, tan Harvard, me pareció muy raro, y también me llamó la atención lo de los suicidios. Entonces dije: "Bueno, voy a ver qué pasa, por ahí hay un tema", me interesaba hablar del aislamiento, de la Patagonia como un lugar que no fuera la postalita para europeos enamorados de Latinoamérica de esa manera boba y ecológica, y fui.
-¿Cuándo decís "fui" lo hiciste tras una intuición?
-Iba tras una historia, y a ver en qué se transformaba; lo hice todo a pulmón, por la mía, no es que lo estaba haciendo para algún medio, o para una editorial. Fui y me presenté como periodista. Fueron varios viajes. Llegué y a partir de ahí empecé a hacer lo que normalmente se hace cuando se encara una investigación, tirar del hilo y empezar a ver qué hay. La escena se te va armando ahí. Yo quería contar la historia de esa ciudad y el tema del suicidio era algo muy sintomático de lo que estaba pasando.
Los zumbidos
En el libro Guerriero hace una lista de nombres y de supuestas razones de los suicidas. Leerla es como escuchar un zumbido, a lo mejor como escuchar ese viento que pega fuerte en Las Heras.
"Hay razones micro y macro, pero decir que esto pasó por tal o cual cosa es caer en un reduccionismo -advierte-, y todo me parece que confluye en esta especie de sociedad negadora, que piensa que es mejor no hablar de ciertas cosas; esa idea los tranquiliza. Esa idea que uno la ve de afuera y se da cuenta que es un tanto alarmante".
-¿Creés que hay una revalorización de la crónica?
-Bueno, de hecho el libro es una crónica en el más estricto sentido de la palabra, porque yo fui a un lugar, miré y conté, sin ninguna intención de hacer psicología silvestre, ni sociología inventada.
-¿Hay como una necesidad mayor de contar y de leer historias?
-Sí, puede ser, pero de todas formas no está ocurriendo en forma masiva, no en los medios masivos. Hay editoriales que las están empezando a publicar, quizá porque los libros de denuncia periodística ya no se venden como antes, y periodismo hay que seguir publicando. Sí, puede ser que haya una necesidad de hablar de cosas que no se han hablado, y con voces nuevas, frescas. También esto de darles la palabra a otros. Hay una revalorización de los textos en algunos ámbitos pero todavía falta mucho como para decir que la crónica goza de buena salud.
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"Optar por la negación es algo alarmante para la sociedad", advierte Leila Guerriero.
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