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sábado,
22 de
octubre de
2005 |
La noche que encendió una crónica
Tomás Quintín Palma
Un sol de sesenta watts ilumina el continente de mi mesa, estoy solo. Deambulan conmigo unos fantasmas en forma de recuerdos con quien hemos pactado no agredirnos. Estoy solo y desde mi soledad intento recordar lo que un poeta ciudadano me transmitió desde su continente multitudinario, desde un galpón de las causas perdidas en donde Alejandro Dolina hizo de portero, ya que en este lugar de puertas abiertas casi todo se va, una tras otra, se escapan las razones, las historias, las frases, las muecas y el portero Dolina no estuvo dispuesto a frenar los movimientos que provocan cada vez más ausencias.
Ya los personajes viven existencias más poéticas que reales. Es una existencia llena de emociones donde la acción transcurre en algún lugar lejano o ficticio, preferentemente oriental dijo “el Negro” en su confesión, ya que son todos iguales y no hay identidad.
El autor elige los personajes que quiere y ellos tienen absoluta libertad y nosotros desearíamos que fuesen posibles pero nadie tiene la fórmula para “resucitarlos”, se sabe.
Por eso los caminos para conquistarlos son cada vez más diversos. El espacio para dar rienda suelta a las ilusiones se achica, no hay lugar para sueños de grandeza por eso la incertidumbre gobierna y en el reino de las dudas los poetas son los reyes.
Hay una fuga acelerada de historias y pensamientos que no anuncian ningún final. En fin, hoy por hoy este poeta es alguien al que a cada momento le quitan cosas y ya se sabe cual es el riesgo de que en todo tiempo todo se vaya, todo se fugue.
En una de esas al final no queda nada y él como yo, está solo. Estoy solo desde mi soledad y escucho que “es muy probable que yo me proponga que me quieran al escribir un libro”, “uno escribe porque está solo”. ¿El está solo? Si en poco más de tres horas esfumó 2.000 entradas.
Y ahí estamos miles ¿qué hacemos?, ¿no estamos agobiados por el calor, temblando por el frío o expuestos a la incertidumbre?, ¿cómo hacemos para romper un rato los malestares que nos abruman? ¿una respuesta?. Todos tenemos una misma identidad compartida. Estamos solos. Al fin y al cabo hay que llenar tanto vacío.
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