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sábado,
22 de
octubre de
2005 |
Desde los ojos de niño
Berenice Polenta
“El niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por el niño” (artículo 13 de la Convención sobre los Derechos del Niño). Este es el derecho que sábado tras sábado, niños de distintos distritos de Rosario intentan llevar a cabo, a través del proyecto “La ciudad de los niños”, propuesta que se difunde en la Feria del Libro.
Dicho proyecto es una idea del pedagogo italiano Francesco Tonucci, que pretendía darle voz a los niños para que puedan expresar sus inquietudes y pensamientos acerca de cómo veían su ciudad.
Para él, los niños son el parámetro de valoración, de proyección y de cambio de la ciudad. El proyecto lo llevó a cabo en Fano (Italia), su ciudad natal, en 1991. Unicef se propuso extenderlo a otros países, uno de ellos, la Argentina. Y así, en 1997, Rosario se convirtió en la primera sede latinoamericana del mismo.
El primer consejo se realizó en el Distrito Norte, en la Estación Embarcaderos, el cual duraría dos años y sus integrantes serían niños de 10 a 14 años, elegidos de distintas escuelas con ganas de ayudar y participar.
Desde el 2004, se realizan 6 consejos con diferentes propuestas. Los consejeros del Distrito Sur piden plazas arregladas, espectáculos al aire libre y para todos, para que se conviertan en espacios de encuentros. Los del Centro piden que se los escuchen. Para los adultos los problemas de los niños no son importantes y eso es porque olvidan que alguna vez ellos también fueron niños.
La dificultad para expresarse genera discriminación y la historia de la humanidad, por desgracia, da cuenta de ello. “Abrámosle la puerta a las diferencias”, este es el mensaje que estos chicos quieren transmitir.
Los chicos del Distrito Sudoeste piensan que además de esta discriminación que hay entre niños y adultos, existen también discriminación entre ricos y pobres, y lindos y feos. Ellos piden a los adultos que miren y para eso pensaron dos regalos: uno son las pastillas para la memoria, para que recuerden su niñez; el otro, ojos, para que puedan mirar más allá de las apariencias.
Los consejeros del Oeste trabajaron con la basura y realizaron monstruos con ella. Quieren editar un libro: “El libro negro”.
Los niños del Norte, bajo el lema de “siéntese, siéntase parte del juego”, piden a los adultos que recuerden que con ellos se sienten más seguros. Para esto se colocarán bancos en los espacios públicos para que los vecinos los ocupen a la salida de la escuela, cuando los niños juegan en las plazas o caminan por las calles. El propósito es generar un nuevo concepto de seguridad urbana. El consejo del Noroeste pide una infancia justa, divertida, y que exista un sueño en común.
En este mundo globalizado, en el cual a veces olvidamos que existe un prójimo, en este mundo que nos volvió más individualista, estos chicos decidieron poner un puesto de donación de sueños, para que la gente deje uno, pero para la ciudad, uno que puede ser un sueño de todos y para todos.
A fines de este año, una comisión intergubernamental, integrada por un delegado de cada secretaría, materializará todos los proyectos de los consejeros y los difundirá a la sociedad, para hacerla partícipe de tantos logros obtenidos.
En cada una de las propuestas está depositado el granito de arena de cada consejero. El nuestro, como sociedad, es apoyarlos y aprender a mirar, aunque sea por un rato, con ojos de niños, porque sus problemas también son grandes. Estas son las cosas que día a día rescatan el verdadero sentido de las palabras solidaridad y unión.
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