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 domingo, 25 de septiembre de 2005  
El revés de la realidad
Narrativa. "El espejo que tiembla", de Abelardo Castillo. Editorial Seix Barral, Buenos Aires, 2005, 125 páginas, $ 24.

Carlos Roberto Morán / La Capital

Abelardo Castillo al cumplir 70 años ha retornado al cuento, género que lo tiene como a uno de los mejores exponentes en nuestro país. La selección que ahora entrega está sustentada en lo fantástico, como si el autor de "El Evangelio según Van Hutten" se hubiera reservado un espacio muy personal, un rincón que lo aislase de las estridencias y las confusiones de nuestro tiempo.

Castillo admitió en recientes declaraciones que los primeros relatos de "El espejo que tiembla" fueron escritos en 2001 y que entonces se preguntaba si era válido hacer ficciones fantásticas mientras el país estaba ardiendo por los cuatro costados. No obstante, y por suerte, la Argentina comenzó a enderezarse (o, al menos, interrumpió su caída en el infierno) y el narrador siguió gestando ese mundo propio que comenzara a conocerse en 1961, cuando con los cuentos de "Las otras puertas" ganara el premio Casa de las Américas.

Hace ya tiempo que el narrador decidió que sus distintas entregas formasen parte de un libro único que dio en llamar "Los mundos reales". El presente corresponde al tomo V de sus cuentos y es el ámbito onírico el que prevalece sobre el resto.

En la selección hay, claro está, un nuevo homenaje a Poe ("Fordham, 1994") y diversos textos en los que de una manera u otra Castillo se refiere al amor. De todos ellos el más meritorio nos resultó un cuento, "La mujer de otro", que se aleja de lo fantástico para contar con notable economía de medios el encuentro de dos hombres que han amado a una misma mujer, hoy ausente.

Tiempos desiguales separan y hacen encontrar a una mujer que mantiene su edad con el amante que -en cambio- envejece ("El tiempo de Milena") y también a un hombre de nuestros días con una mujer de antaño ("La calle Victoria"). Está aquel que se relaciona con sirenas ("Ondina") y también la mujer que toma una medida extrema con su amante para impedir los cambios ("La que espera").

Los cuentos son, en general, breves y responden a los modelos "tradicionales" del relato. Resultan al mismo tiempo eficaces, aunque en algunos casos tienen desenlaces previsibles ("Pava", demasiado ligado al Horacio Quiroga de "La gallina degollada"). En otros momentos, Castillo entrega eficaces relatos en los que prevalecen tanto el desasosiego como el misterio, la irrupción de aquello que es o puede resultar terrible: "La Cosa", "Noche de Epifanía". Completan la serie un breve texto que aúna lo policial con el misterio ("Cita en cualquier lugar") y la travesía de un hombre que termina encontrándose, muy lejos, con un Destino prefijado ("El desertor").

"Jamás creí en una ficción comprometida. Porque no creo en esa división tan tajante entre la ficción y lo realista. Yo creo que es tan concreto hablar del mundo de la locura y de los sueños como hablar del tipo que pasa por la calle", ha expresado. Ese "orbe" de Castillo ha quedado felizmente patentizado en este libro diríase casi leve, pero nada circunstancial.
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