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domingo,
25 de
septiembre de
2005 |
[Lecturas]
Un mundo de individuos aislados
Ensayo. "Amor líquido, acerca de la fragilidad de los vínculos humanos", de Zygmunt Bauman. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, 201 páginas. $29.
Federico Donner
Inscribiéndose sin dudas en el campo de la sociología, "Amor líquido" también constituye una reflexión ética y una apuesta ético-política. El autor propone un recorrido que a primera vista puede resultar caótico y desconectado. Y es justamente en esa aparente falta de orden donde radica la apuesta fuerte de la obra: la articulación de campos de análisis tan diversos como el amor, la ética, las comunicaciones, el planeamiento urbano, el marketing de la seguridad, la reflexión filosófico-política y los derechos humanos.
Bauman desbroza con amplitud de recursos la lógica del ethos de nuestras modernas sociedades líquidas; sociedades que descartan cualquier solidez en los vínculos humanos y nos sumergen en un universo que toma la forma de una red, en la cual podemos navegar de puerto en puerto sin ser detenidos por las relaciones que nos importunan. La renuencia hacia el compromiso amoroso, en este marco, no es simplemente una moda de los consejeros profesionales ni de los gurúes del marketing. Tampoco constituye un mero síntoma de una estructura que lo sustente, sino que implica la lógica del comportamiento contemporáneo, un ethos atravesado por la desintegración (consumada o en vías de hacerlo) de los lazos sociales que nos han definido en los últimos doscientos años. De allí que la atomización individual deja de ser una verdad de perogrullo y cobra sentido en esta reflexión sociológica y filosófica.
Las relaciones amorosas (y las éticas y las políticas), sostiene Bauman, han dejado de ser un conjunto de lazos que nos da nuestro lugar en el mundo para ser ahora una elección de mercado. Han cobrado la forma de un producto comercial que puede ser devuelto si no nos satisface. Tienen la doble característica de darnos placer, arrancándonos de nuestra soledad fundamental y, a la vez, pueden atraparnos en sus poderosas garras y cercenarnos nuestra libertad de, justamente, relacionarnos.
De esta manera, el temor a perder nuestra libertad de consumo, nuestra individualidad líquida que nos faculta a pasearnos sin ataduras por el atrayente mundo de los placeres y la seguridad, nos aleja del otro. Así, cuando el otro amenaza mi libertad de relacionarme amorosamente, trato de deshacerme de su demanda evitando mayores complicaciones, acudiendo a los consejos de los "expertos"; cuando el extranjero me amenaza con su barbarie puedo votar el establecimiento de un campo de refugiados o, simplemente, una política inmigratoria inflexible; y, por fin, cuando el pobre me amenaza con la "inseguridad", me veo tentado por la mano dura y por los espacios urbanos alejados, custodiados día y noche, reservados para "gente como uno".
La nueva configuración de los vínculos humanos que describe el autor nos sitúa ante un desafío. Se trataría, en cada uno de los campos analizados, de modificar pequeñas cuestiones que fomentan la fobia al otro (en términos de Bauman, evitar la mixofobia). Dado que aún el pensamiento occidental no ha dado respuestas globales para problemas globales, poseemos sólo soluciones locales; y es allí donde debe ponerse especial atención en no incurrir en interpretaciones erróneas. Si bien Bauman admite la carencia de respuestas globales, no por eso deben dejarse estas cuestiones libradas a la mixofobia de sentido común y al latir de la "opinión pública". Los distintos niveles de respuesta que se encuentran en este libro van desde una resignificación para nada romántica de los lazos sociales tradicionales, la planificación urbana y la integración migratoria, hasta llegar a uno de los puntos más álgidos del pensamiento político contemporáneo: la cuestión de los refugiados apátridas. En este último sentido, Bauman propone la desarticulación de la trinidad Estado-Nación-Territorio, que destierra del acceso al género humano a todos aquellos que, por un motivo u otro, carecen de ciudadanía. Estos millones de seres, expulsados de sus estados de origen, no acceden a los derechos básicos de cualquier ciudadano ya que, según nuestra tradición política, nuestro lugar de nacimiento nos da el derecho a ser humanos. Esta situación debe ser replanteada, para evitar que la dignidad humana esté sometida al azar del lugar de nacimiento.
Es justo señalar, además, que este texto no incurre en respuestas en términos de totalidad. Se trata, más bien, de una tarea ético-política, de una apuesta hacia un futuro que tal vez no presenciemos.
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