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domingo,
25 de
septiembre de
2005 |
Panorama político
Binner, Rossi y la campera roja
Mauricio Maronna / La Capital
A menos de un mes de los comicios a diputado nacional en Santa Fe, Hermes Binner ha logrado imponer la sensación térmica de un triunfo que está al alcance de su mano.
A aquel brote adrenalínico que ganó los corazones del oficialismo provincial cuando, con toda la pompa, el gimnasio de Newell's se convirtió en capital nacional del kirchnerismo por un día le llegó su pleamar: hoy por hoy, salvo la infatigable tarea proselitista de Agustín Rossi y sus colaboradores más cercanos, el justicialismo es un mosaico de dirigentes ganados por el silencio y el dejar hacer, dejar pasar. Ya casi ni brota ese latiguillo que alude a que "cuando el peronismo se pone en marcha nadie lo puede parar".
Solamente un brusco giro proselitista, aderezado por una nueva visita del presidente Néstor Kirchner y recorridas fulminantes de Carlos Reutemann por el interior de la provincia, podría cambiar lo que se observa y repiten los protagonistas.
Y vale detenerse en las apariencias en un país donde todos se aferran a las encuestas como un valor sagrado, pese al bochorno de las mediciones de la inmensa mayoría de las empresas que, horas antes y horas después de haberse cerrado los comicios del 7 de septiembre daban como gobernador electo al hierático socialista rosarino. La realidad les pegó una bofetada a esos hombrecitos mediocres que se rinden ante el mejor postor pero siguen convertidos en gurúes.
La pregunta de fondo debiera ser: ¿por qué la provincia que más contribuye al publicitado crecimiento económico del país (por el que Néstor Kirchner será plebiscitado el 23 de octubre) se bambolea al ritmo de las malas noticias?
"Es un problema de mala comunicación", decía meses atrás la vicegobernadora María Eugenia Bielsa, minimizando errores estratégicos de la administración provincial. Y aquí van algunos ejemplos teóricos, que, obviamente, están sujetos a refutación:
n El crecimiento económico del interior santafesino no fue capitalizado por la Casa Gris. Ahora los chacareros (que en algunos lugares de la cuenca sojera parecen farmers y no productores agropecuarios de la vieja Argentina en crisis) ponen el grito en el cielo por las retenciones que les impuso el gobierno nacional y sienten que en la provincia no tienen quién los defienda.
n La caída de la demonizada ley de lemas es leída por la población como un triunfo de la oposición, que le arrancó al justicialismo "la trampa electoral que justifica las derrotas de la Alianza", y no como el cumplimiento de la promesa que Jorge Obeid formuló en la campaña.
n Pese a la bonanza económica producida por las mieles de la política económica nacional, los conflictos gremiales estuvieron, y están, a la orden del día en los dos principales centros urbanos de la provincia.
n "A mí no me cambian los ministros por los diarios", suele decir Obeid, pese a que los sucesos (desde aquella designación de Alberto Gianneschi como ministro de Gobierno) indefectiblemente conducen a callejones poco menos que sin salida.
n El nivel de virulencia del conflicto docente careció de principio a fin de diques contenedores, lo que en la praxis de la sociología moderna se llaman "cuadros políticos". Los ministros, secretarios o subsecretarios de Estado (cuando no funcionan) son fusibles que todo gobernante necesita cambiar para recuperar el oxígeno perdido. Aquí lo único que se pierden (y eso sí que es grave) son días y días de clases. ¿A alguien le importa la educación? ¿Alguien es consciente de que los proyectos educativos serán los que determinarán el futuro de la Argentina si es que alguna vez se decide apostar por un país moderno, serio y aferrado a los manuales del deber ser?
La sensación de vacío que sobrevuela en vastos sectores del justicialismo provincial tiene que ver con el virus del internismo que se coló en el otrora movimiento nacional organizado.
Los heridos que dejó el nuevo sistema electoral echan por tierra el axioma tribunero que dice que "el que gana lidera y el que pierde acompaña". Aquí, el que pierde, a veces, conspira, baja los brazos o espera que el tiempo le ofrezca otra oportunidad.
Se planteó desde esta columna hace más de un año que la principal baraja que jugaría la oposición tendría que ver con la provincialización de la campaña. Y eso es lo que, inteligentemente, está llevando adelante Binner.
Los más de 20 años de administraciones justicialistas, la necesidad de un cambio y un explícito reconocimiento a la gestión del presidente son el leit motiv de la táctica socialista.
La ley de internas abiertas, simultáneas y obligatorias desperdigó lo que la ley de lemas había unido. Nadie sabe a esta altura qué caudal de votos tendrán Héctor Cavallero, Luis Rubeo o Carlos Castellani, pero lo cierto es que cada sufragio que cosechen implicará fuga de voluntades en el hoy Frente para la Victoria. Carlos Favario deberá trabajar de sol a sol para sacar al PDP de una situación extremadamente difícil luego de que Alberto Natale (uno de los mejores legisladores que tuvo Santa Fe) decidió decirle adiós a su banca cuasi eterna.
El ARI santafesino es todo un enigma: mientras Elisa Carrió (cada vez más lúcida) se corre hacia el centro, la primera candidata local a diputada, Alicia Gutiérrez, tiene un nítido perfil de izquierda.
En tiempo de conjeturas, Binner eligió a los medios porteños como usina y numen de su campaña. Pese a que desde el PS le sugirieron no confrontar con Reutemann y enfocar sus críticas a Obeid, el ex intendente (como la fábula del escorpión y la rana) no pudo ir contra su naturaleza y le clavó una estocada al Lole.
Según el socialista, el ex gobernador no puede andar libremente en la ciudad de Santa Fe porque cada víctima de las inundaciones le hace la vida imposible. Curiosamente, salvo Obeid (quien primero se negó a hablar del tema y luego contestó por la insistencia del periodista de La Capital que lo entrevistaba) y Federico Reutemann (el sobrino del senador), el justicialismo prefirió no responder la exageración de Binner.
No pocos peronistas le reprochan al gran elector del PJ haber desalambrado la provincia para dejarla a merced de organismos extraños. Muchos de ellos ensayan una teoría de comprobación imposible, al menos por ahora: "Si la alianza gana, Kirchner lo va a sacar a Reutemann de Santa Fe para darle un destino nacional (algo que en estas páginas se mencionó reiteradamente) o mandarlo al ostracismo. ¿A usted le sorprendería que el presidente, si logra aplastar al duhaldismo, ensaye una alianza con Binner?", hace catarsis un viejo militante que admite estar perdido como Pampuro en el Día de la Lealtad.
El Lole sabe que todos lo miran a él, pero, rápido de reflejos, se escuda en las señales que envía la Nación: "Yo lo miro al presidente". Traducido, esto quiere decir que la campera roja sigue en el placard, aunque no se privará de estar junto a los candidatos en el último tramo de la campaña (que ya comienza) y toda vez que el santacruceño regrese a Santa Fe. ¿Volverá?
La mejor encuesta que tiene el Frente para la Victoria en la provincia (según sus propios referentes, un sondeo de Analogías) ubica a la lista encabezada por Rossi entre 5 ó 6 puntos por debajo del Frente Progresista.
"Para revertir esto necesito que el presidente comparta un acto conmigo y que el Lole me atienda el teléfono", dicen que murmura Rossi por estas horas.
En el mismo momento en que los candidatos comienzan a sentir el rigor proselitista, los santafesinos parecen no demostrar demasiada expectativa por las elecciones legislativas, en una provincia que parece vivir en estado de campaña permanente desde varios meses a esta parte.
Como un aporte más al hartazgo, las deflagraciones que bajan desde Buenos Aires entre kirchneristas y duhaldistas, y la payasesca campaña porteña (con saltadores de baches, malos imitadores de Joan Manuel Serrat y denuncias de entregas de DVD y heladeras a cambio de votos, entre tantas otras excentricidades argentinas) hacen que los decibeles del interés reduzcan su intensidad.
¿No siente el lector que ya todos se han dicho de todo y que los 30 días que faltan para las elecciones están de más?
Algo debe decirse (por ahora, y cruzando los dedos) a favor de los candidatos santafesinos: no se les cae una idea pero tampoco se disfrazan de lo que no son.
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